La historia es la siguiente. El líder de un grupo paramilitar de mercenarios contratado por un gobierno despótico decide revelarse contra ese gobierno en medio de una guerra, porque considera que las condiciones en las que opera no son las mejores, y que su ejército de asesinos a sueldo no está recibiendo el trato que merece. Para sintetizar, la supuesta rebelión que amenazaba con una insurrección en la capital de ese gobierno despótico no dura más de 24 horas y el ardid queda en una simple anécdota. O eso creyó el líder de este grupo de criminales.
Dos meses después y tras una “aparente” reconciliación entre el líder de ese gobierno déspota y el jefe del grupo paramilitar, sucede un pequeño imprevisto, el otrora rebelde muere en un accidente aéreo en el que le acompañaban altos mandos de su ejército privado. Este suceso, que pareciera sacado de una cinta de James Bond o Misión Imposible no es otra cosa sino la realidad de Rusia hoy día.
La muerte de Yevgeni Prigozhin, el líder del grupo Wagner, ha sido leída por casi todos los especialistas como un mensaje contundente del Kremlin para todo aquel que ose desafiar la autoridad de Vladimir Putin. Y es que además no se necesita darle demasiadas vueltas al asunto, todos sabemos que los accidentes aéreos están a la orden del día, en especial si se desobedecen las órdenes de un régimen, o si se quieren dar golpes de Estado o porque también, aceptémoslo, la aeronáutica militar rusa tiene sus deficiencias.
La intentona de levantamiento contra el Kremlin del líder de este ejército privado que el gobierno ruso había contratado en numerosas ocasiones, como en la anexión de Crimea por ejemplo, fue vista por Putin como una descarada traición y si hay algo que ningún político tolera, y mucho menos un dictador, como lo es el presidente de Rusia, es la deslealtad.
Que nadie se salga del corral ni se tome atribuciones que no le corresponden, porque en Rusia está clarísimo que la voluntad de un solo hombre es la ley máxima que rige a ese país. Y no importa que tan cercano seas al líder supremo ni cuántas batallas hayas luchado por él, contradecirlo no es una opción y la muerte del ahora exlíder del grupo Wagner es un despliegue brutal del poder que sigue ostentando Putin pese a que la guerra en Ucrania esté estancada desde hace tiempo.
Desde Occidente hay varias lecturas respecto a este hecho, pero la mayoría coinciden en que a partir de ahora Rusia será mucha más precavida al momento de contratar mercenarios privados, una práctica común en ese país para gestionar intervenciones militares sin que se le responsabilice directamente, por lo que una vez aprendida la lección con el grupo Wagner, el Kremlin ejercerá un mayor control sobre estos ejércitos privados.
Habrá que ver qué sigue para este grupo de mercenarios y para el futuro próximo del conflicto en Ucrania toda vez que mientras más tiempo pasa, más lejos se vislumbra el fin de esta ocupación ilegal.