Mesura respecto al triunfo de Milei

  • Ekos
  • Javier García Bejos

Ciudad de México /

La exitosa irrupción en determinado momento histórico de líderes políticos populistas, extremistas o con tintes autoritarios obedece casi siempre a una serie de razones completamente lógicas y naturales, aunque a veces no deseables: a saber, este tipo de liderazgos aparecen en escena cuando una sociedad determinada atraviesa por una profunda crisis, puede ser económica, de seguridad, de identidad y de orgullo nacional y hasta territorial.

Esta clase de políticos, hábiles en detectar las necesidades más apremiantes de una sociedad, construyen narrativas a partir de la caída de sus naciones y de cómo estas deben levantarse. Es cierto que casi toda campaña política -cuando se gesta desde la oposición- apela por un cambio, no obstante, el relato que construye esta estirpe política suele, a veces, no siempre, hacerlo desde la posición del outsider.

El fin de semana pasado, para sorpresa de todos, Javier Milei, un estridente político argentino que se define a sí mismo como anarcocapitalista y libertario, ganó las elecciones primarias para candidato a la presidencia de su país (conocidas como PASO) logrando el 30 % de los votos cobijado por la organización política que él fundó, La Libertad Avanza, le siguió el bloque opositor Juntos por el Cambio, que obtuvo 28 % y en tercer lugar quedó el bloque peronista, actualmente en el gobierno, con 27%.

Cómo podemos ver, las cifras entre uno y otro partido son muy estrechas y por experiencias previas lo que sucede en las PASO no siempre determina quién ganará la elección general. Sin embargo, el “triunfo” de un personaje tan polémico, que ha salido al estrado con propuestas delirantes como quemar el banco central de la Argentina o reducir al máximo las capacidades del Estado eliminado ministerios a diestra y siniestra, ha sido vendido en muchos medios, sobre todo del país sudamericano, como una suerte de vaticinio de la futura victoria presidencial de Milei.

Nada más alejado de la realidad. Sin duda llama la atención, y habrá a quienes les preocupe, que un político como él, que comparte algunos rasgos y características con otros líderes de extrema derecha en todo el mundo, irrumpa con fuerza en la política de un país de relevancia para la región, pero creo que se están sobredimensionando los alcances de este economista porteño.

En primer lugar, porque más allá del 30 % obtenido en las primarias, Milei no tiene fuerza política ni en el Congreso ni en la Corte Suprema, instituciones a las que ha denostado y necesarias para ejecutar sus promesas de cambio. En segundo lugar, el propio Milei ha tenido que corregir la plana a sus estrambóticas propuestas como la de dolarizar la economía argentina o permitir la portación de armas a la sociedad civil, entre otras.

Es cierto que Milei ha sabido capitalizar el hartazgo de muchos argentinos con respecto a la imparable crisis que padece el país desde hace décadas y que lo ha hecho con un lenguaje ajeno a la jerigonza del político tradicional. Es cierto también que muchas de sus críticas a lo que él denomina la “casta”, es decir, la clase política argentina, tienen un fundamento. Sin embargo, asumir que llegará a la presidencia tan solo por el resultado de las primarias, es adelantarse demasiado. Considero que antes de enaltecer gratuitamente la figura del político argentino, habría que optar por la mesura.


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