El tren México-Toluca ha sido una obra de infraestructura que, desde su nacimiento, fue marcada por la complejidad. México había dejado de construir trenes y volverlo a hacer implicó en su momento pagar costos muy altos; proyectos modificados una y otra vez e interminables procesos de negociación sobre el derecho de vía caracterizaron este proceso. En el caso de este tren, la lejanía entre el gobierno federal y el gobierno de la Ciudad de México, en la administración pasada, lesionó profundamente la capacidad de construir en tiempo y forma una emblemática obra, crucial para la movilidad y ahora para la reactivación económica.
El presidente Andrés Manuel López Obrador está decidido a darle al transporte ferroviario un lugar especial en el desarrollo de la infraestructura nacional. El Tren Maya, el Transístmico y el México-Toluca dan cuenta que hoy, como no se tenía en mucho tiempo, se pretende establecer una agenda clara de ejecución, recuperando además al tren de pasajeros como alternativa de transporte. En el caso del México-Toluca, es particularmente importante entender la compleja realidad del tramo 3, que va de la caseta de cobro y avanza 17 kilómetros hasta Observatorio; coexisten puentes, viaductos, trabes, instalaciones militares, zonas hidráulicas protegidas, zonas densamente pobladas y pendientes que han causado múltiples cambios en el trazo y la ingeniería que debe emplearse para librar este reto de la ciudad.
La conectividad con el Metro de la Ciudad de México es la fuente de vida del tren, cuyo deseo de viaje a Santa Fe, para iniciar, será un objetivo fundamental. Posteriormente las escalas en la zona de Lerma, Toluca y Zinacantepec, serán esenciales para la integración urbana de los Valles de México y Toluca. Este proyecto metropolitano exigirá a los gobiernos de la Ciudad y del Estado de México generar soluciones para la alimentación del tren, con sistemas de transporte eficientes y centros de transferencia modal con las características de los de Ciudad Azteca, El Rosario o Toreo.
En la Ciudad de México ha sido claro el involucramiento de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, quien junto con la SCT en el último año ha tomado decisiones que habrán de dar viabilidad a la agenda para la terminación de esta obra, que según palabras del presidente será concluida en los siguientes 24 meses. Las enseñanzas que ha dejado esta obra, sin duda, han ayudado a revivir al sector ferroviario en México; el México-Toluca ha sido un ejemplo de la complejidad que enfrentan obras de infraestructura de esta naturaleza, pero muestran también la importancia de contar con una alineación especial de los incentivos de todos sus participantes, niveles de gobierno, entidades, comunidades y empresas.
Alinear objetivos y superar obstáculos es fundamental cuando hay que concluir una obra que será una lección sobre infraestructura y que el país no puede dejar atrás. Si queremos conectividad eficiente, transporte masivo de calidad y movilidad que genere competitividad, el país debe aprender que las grandes obras, más allá de los recursos que requieren, necesitan un espacio de visión y planeación que avancen por encima de visiones cortoplacistas.
La movilidad del futuro está asociada a la capacidad que tengan los gobiernos para planear, y de las posibilidades de las empresas mexicanas para que los ingenieros sigan aportando ideas y soluciones que requieren obras de alta complejidad, en donde el tiempo es relativo y siempre hay mucho que aprender, pero lo más importante es ejecutar y terminar. Por fin, pronto al parecer, los Valles de Toluca y de México estarán más cerca y mejor conectados que nunca.