Ucrania no se acaba hasta que se acaba

  • Ekos
  • Javier García Bejos

Ciudad de México /

Al día de hoy creo que ya a nadie le cabe duda de que el conflicto entre Rusia y Ucrania no tendrá un final feliz, si es que una guerra puede tener algo parecido a eso.

Hace tres semanas, en Camp David, en Washington D.C., Joe Biden se reunió con el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol y con el primer ministro de Japón, Fumio Kishida en un encuentro con objetivos más que claros: reforzar la alianza político-militar de las tres naciones para hacer de contrapeso al avance de China y Corea del Norte.

Esta semana la nota que ha ocupado los principales titulares internacionales tiene que ver curiosamente con la visita que Kim Jong Un realizó a Rusia poco después de celebrar los 75 años de vida de Corea del Norte.

Aunque los motivos y saldos del encuentro entre el líder ruso y el dictador norcoreano, bueno, ambos son dictadores al fin y al cabo, no están del todo claros, varios analistas han especulado sobre la razón de ser de este encuentro y la mayoría coinciden en que se trata de un sello de alianzas entre Rusia, Corea del Norte y China también, ya que si bien no participó físicamente del encuentro, sí lo hizo de manera virtual.

El propio Kremlin ha calificado la visita del norcoreano como “oportuna y útil” y no podría ser de otra forma puesto que esta cumbre lo que esconde en realidad es una posible fuente de suministro armamentístico para Rusia en el contexto de la ocupación contra Ucrania.

La realidad para el país eslavo, y de hecho para Ucrania también, es que sus reservas militares en términos de armas se están agotando, y dado que a este conflicto no se le ve una pronta solución, Rusia está intentando a toda cosa, por un lado, hacerse del capital armamentístico necesario para continuar la ocupación, y por otro lado, tejer la mayor cantidad de alianzas para evadir las sanciones de Occidente y evitar un aislamiento político y militar que eventualmente la debilite.

Como se puede ver, no hay buenas noticias en el frente y a medida que pasa el tiempo la posible solución pacifica o diplomática a la ocupación de Ucrania se antoja cada vez más remota. Lo cual es una verdadera tragedia. Soy totalmente consciente de que la guerra que hoy se libra en Ucrania no es, desafortunadamente, la única que esta desangrando a naciones enteras. Sin embargo, las consecuencias globales de la prolongación de esta ocupación son las que más me inquietan.

Está claro que Putin no va a detenerse hasta no conseguir su objetivo, que es recuperar el liderazgo y hegemonía rusa que en algún momento tuvo la Unión Soviética, si es que eso es posible, pero para un dictador como lo es el líder ruso, da igual la viabilidad de su objetivo, su ceguera por el poder le impide ver con mayor claridad esos detalles nimios.

Sin embargo, la contraparte occidental tampoco se ve muy dispuesta a ceder un ápice en su nivel de influencia global y tampoco se ve muy interesada en negociar un fin a las hostilidades vía un acuerdo con Putin, con el agravante claro está, de que en medio de esta guerra existen toda una serie de componente étnicos, sociales, culturales e ideológicos que lo complican todo.

No soy de la opinión de que estemos en la antesala de una nueva “guerra fría”, porque en primer lugar este conflicto no tiene nada de frío y además señalarlo con ese mote es no entender cómo funciona el devenir de la historia, pero sí creo y sostengo que lo que actualmente le está pasando al mundo es un claro retroceso para la democracia y la libertad, tras largas décadas de luchas, creación de organismos internacionales y de esfuerzos para mantener una relativa paz en el mundo.

Hoy, esa relativa paz pende de un delgado y fino hilo que los liderazgos globales parece que no temen romper.


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