Una de las mayores crisis por las que atraviesan las sociedades de hoy tiene que ver con la migración de personas. Derivada de diversos y complejos factores como la guerra, la violencia, la inseguridad, la falta de empleo, entre otras, la migración ha ido en aumento en los últimos años y se ha convertido en una auténtica crisis humanitaria.
Nuestro continente, en especial México y Centroamérica, han padecido este fenómeno de manera dramática. La tabla de salvación para miles de mexicanos, salvadoreños, guatemaltecos, ecuatorianos, hondureños, entre otros, ha sido Estados Unidos. Una nación que, si bien ha luchado de distintas maneras para que la migración no se les salga de las manos, no ha podido evitar que los latinos sean ahora una minoría económica y electoralmente relevante.
La administración de Trump intentó evitar que ese incremento poblacional explosionara aún más, aunque cabe mencionar que en la agenda del Partido Republicano siempre se ha visto con recelo el avance demográfico de los latinos. La construcción del muro, la estrategia de poner a México como tercer país seguro y evitar así el flujo de migrantes a la Unión Americana, así como la terrible decisión de acabar con el programa DACA y de separar a niños migrantes de sus familias son solo algunas de las atrocidades de la era Trump.
La llegada de Joe Biden a la oficina oval supone, por lo menos la retórica y algunas decisiones de la nueva administración así lo dejan ver, un cambio radical en las políticas migratorias de nuestro vecino. Se ha cancelado el muro, la declaración de emergencia nacional en la frontera sur ha sido derogada, el regreso del programa DACA y la tan ansiada Reforma migratoria que nunca pudo cristalizarse en la era Obama, son algunas de las señalas de esperanza que el demócrata ha lanzado a la comunidad latina.
Falta ver cómo se va a desarrollar la nueva agenda migratoria de Biden y si su cuatrienio le alcanzará para mínimo, sentar las bases de una nueva visión política y de derechos humanos frente a la grave crisis que enfrenta el continente con miles de migrantes varados en las fronteras norte y sur de nuestros país, hacinados y a la deriva, en medio de una pandemia y de una crisis económica sin precedentes, atemorizados por autoridades que en lugar de protegerlos los hostigan y en el peor de los casos, los asesinan.
Entre todo este drama y los anuncios de cambios y reformas se barajea también la ya sobada idea de un paquete económico que rescate a Centroamérica, pero esa es una propuesta añeja que no ha logrado materializarse y tampoco queda claro bajo qué mecanismos y condiciones piensa llevarse a cabo.
Por ahora, lo único que se tiene son algunas reformas ya implementadas por el gobierno de Biden y, al parecer, voluntad política de México y Estados Unidos por resolver un problema que afecta gravemente a nuestra región y que tiene pendiendo de un hilo la vida de millones de seres humanos. Esperemos que estos mensajes vayan más allá y se logren acuerdos y alianzas que detonen el desarrollo económico de los países centroamericanos, que le pongan un alto a la grave situación de derechos humanos que vivimos, incluido México por supuesto y que velen por la integridad y dignidad de esas personas que lo único que buscan es una vida mejor.