Nouvelle vague: una declaración de principios de Linklater

  • De paso
  • Jessica Ayala Barbosa

Laguna /

A finales de los años cincuenta el cine hollywoodense enfrentaba una severa crisis por diversos factores: las consecuencias del fallo de la Suprema Corte de Estados Unidos contra las prácticas monopólicas mantenían en jaque a los grandes estudios desde 1948; las grandes producciones fracasaban, la televisión le ganaba terreno a la pantalla grande; las fórmulas que cautivaban a las generaciones de los años cuarenta —como el western, el noir y el melodrama—, resultaban obsoletas para las nuevas audiencias.

Mientras tanto, en Francia, un grupo de jóvenes críticos del séptimo arte, agrupados en una revista llamada Cahiers du Cinéma (Cuadernos de cine), tenía un montón de ideas sobre el rumbo que debía tomar el cine, por lo que comenzaron a lanzarse a la aventura de dirigir sus propias películas.

Nombres como François Truffaut y Claude Chabrol destacaban en la escena mientras que el de ​Jean-Luc Godard permanecía en el anonimato.

Quién diría que sería justamente Godard quien condensaría la visión artística más radical de la Nouvelle Vague (Nueva Ola) con su ópera prima, conocida en el mundo hispanohablante como Sin aliento o Al final de la escapada (À bout de souffle, 1960).

Ese es el proyecto al que se dedica ahora Richard Linklater en su nueva película, Nueva ola francesa (“Nouvelle Vague”, 2025).

El realizador estadounidense recrea las anécdotas en torno a la filmación de la célebre película, desde la forma en que convenció al productor Georges de Beauregard, el fichaje de la reticente Jean Seberg y Jean-Paul Belmondo, como protagonistas, y los poco convencionales procesos creativos de Godard durante los poco más de veinte días de rodaje.

Con destreza y respaldado por un elenco que transmite ligereza y frescura, Linklater consigue que comprendamos las innovaciones que influyeron en cineastas como Scorsese, Coppola o De Palma, y que siguen vigentes hasta hoy: el rechazo al artificio de las grandes producciones, la preferencia por locaciones sobre sets, la implicación directa del director en el guion, la cámara al hombro que aporta inmediatez y naturalidad, y la ambigüedad moral frente al sermón y la solemnidad del cine clásico.

“Nouvelle Vague” es, sí, una de esas películas que encajan en el cliché de “carta de amor al cine”, pero tratándose del autor de la trilogía “Antes de” o “Boyhood”, puede leerse también como una declaración de principios.

Un trabajo que sin duda disfrutarán los admiradores de Linklater y los cinéfilos más avezados, aunque difícilmente conquistará al gran público.

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