Cada tres pasos, le daba un firme jalón, mientras un niño de seis años aproximadamente le rogaba a la abuela se detuviera; como es de esperar, la mujer un tanto encorvada no tenía intenciones de parar y, sin embargo, el berrinche del pequeño era legítimo.
A pocos pasos de distancia yacía una bolsa de frituras abandonada con más papeles dentro, junto a un poste; la anciana le había quitado de un solo golpe la envoltura al menor, para lanzarla al piso. Él le exigía no dejarla ahí, a la intemperie, mientras ella a regañadientes, le espetaba molesta:
-Todos lo hacen, déjala ahí, no somos ni los primeros ni seremos los últimos.
La vocecita, insistía vanamente.
-¿Por qué, abuelita? Si mi maestra nos ha enseñado a que dejemos la basura en su lugar.
Si no hubiera visto esta escena en las calles de Ciudad Madero, no me atrevería a contarlo; ni aún viendo la burbuja reventar, los seres humanos entendemos la importancia de la limpieza, que significa el saneamiento de nuestras casas, nuestros edificios, negocios, parques y ciudades en general.
A estas alturas nadie debiera asombrarse mucho lo que pasa en la ciudad de Monterrey y su zona metropolitana del estado vecino de Nuevo León; parece costumbre, que apenas asoman unas torrenciales lluvias o tormentas, terminan anegadas sus calles por el agua.
Ante la presencia de Fernand en el noreste del país, las autoridades de aquel punto geográfico ha determinó aplicar la suspensión de clases, en nivel básico, media y superior para salvaguardar la integridad de estudiantes y personal docente, ante los intensos chubascos causados por el ciclón. Las corrientes allá suelen ser muy peligrosas.
Se sabe que los municipios de la metrópoli recolectaron alrededor de 121.6 toneladas de basura en los drenajes pluviales, ante la aparición de los aguaceros y esto, no es nuevo; en la red, se aprecia el problema de los desechos arrastrados en plena calle; las imágenes dicen más que mil palabras.
El problema de “taponeo” de canales pluviales debido a la basura en los municipios demandan a la población ser más cuidadosa y no tirar desechos en baquetas y calles. Por lo que la pregunta que valdría hacerse en nuestra zona conurbada, es sí queremos vivir lo mismo. Eduquemos a nuestros hijos para amar nuestro entorno, antes de que vivamos imágenes de decadencia en nuestra urbe. _