Un Tlatelolco en busca del olvido

  • Desde la raíz
  • Jesús Guerrero Valdez

tampico /

No he escrito nada y, no me acaban de llegar las palabras. Era un pequeño y escuálido mocoso; contaba con apenas 11 años cuando mi maestro de teatro Víctor Martínez Murillo -Vic Mimo- me llevó a aquel hermoso teatro universitario en el Aula Magna de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, campus Tampico-Madero; ahí conocí al director del grupo de teatro “Bocana”, Refugio Hernández Ledezma.

Era un chamaco sin gracia, supongo con alguna, para que me pensaran en aquel proyecto de obra: Tlatelolco 68. Mi modesto papel: un papelerito que surgía de la nada en medio del caos, gritando las sangrientas noticias, resultado del llamado movimiento estudiantil. Nunca hice el papel, mis padres no quisieron; pero en mí quedó la marca indeleble.

En ese tiempo existían otros grupos de teatro; el Pequeño Grupo de Gran Teatro, el de Linda Leyva... a mí me tocó llegar hasta este, siempre lo agradeceré. Ahora que lo pienso, la herida de aquello aún estaba reciente; nací un mes de octubre de 1968. Los nombres ahora se agolpan en la memoria: Pedro Belmares; José Luis López; Romualdo Cruz; Gerardo Sámano; Raquel Garza “La Chacha”; Rodolfo “Mussy” Rodríguez e incluso, Ignacio Morales estuvieron en aquella etapa.

“El 68 era un tema muy sensible en casa; era muy recurrente, porque mi madre lo vivió, y a mí, me tocó representar aquella obra muchas veces, no recuerdo ahora cuántas; la hice de voceador, mecánico, estudiante y granadero”, me dijo “Mussy” en una charla informal, y también recordó algunas anécdotas; de cómo una vez José Luis no llegó a una función en la Facultad de Arquitectura, por lo que pasó de hacer de estudiante a granadero. Una imagen que me parece hasta cierto punto irónica, si se piensa; y que solo lo permite el ejercicio del teatro, del arte.

A 51 años de aquellos sucesos me toca ver en la televisión la persistencia de algo remoto, de algo no tan legítimo; no sé por qué pienso en un animalito o un insecto cruelmente degollado, mientras sus extremidades siguen pataleando como un reflejo de la desesperación. Me niego a pensar que así sea tras ese 2 de octubre del 68; una respuesta fallida, en vez de la búsqueda de la justicia, de la exaltación de la razón, y solo se vaya tras una violencia, que busca el olvido. _

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