Hace seis años triunfó Andrés Manuel López Obrador para conseguir la presidencia de México. ¿Cambió algo?
Cambió todo.
Se cambió el rumbo, el método, los medios, las formas, el fondo, el modelo económico, incluso la mentalidad y en general el régimen y con ello el destino de México.
En 1988 en México se instala el sistema neoliberal con Carlos Salinas de Gortari. El sistema neoliberal aparta y limita al Estado en sus funciones de velar por el bienestar de la población para concentrarse en la defensa de la propiedad privada y en subordinación a las reglas del mercado. La mentalidad pasa de un “sano” egoísmo al que se refería Adam Smith para degenerar en un enfermizo “narcisismo” en donde cada uno busca su propio beneficio, pasando por encima de todos los demás, es un sálvese el que pueda, la ley de la selva, la ley del más fuerte. Producto del neoliberalismo fueron dos cosas: una descomunal desigualdad, que nos colocó al borde de una revolución y una gran depredación del planeta, que nos ubicó al filo de la extinción del ser humano.
Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador en el año 2018, la situación se revierte, todo cambia. Se sustituye el estado neoliberal por el estado de bienestar buscando proteger a toda la población en especial a los más abandonados: “para el bien de todos, primero los pobres”.
Se pasa de una política alineada a los intereses de las corporaciones bajo los lineamientos del Consenso de Washington, a una política basada en nuestra tradición política y cultural teniendo como principal referencia a las actuaciones de Hidalgo, Morelos, Madero, Juárez y Cárdenas, absorbiendo las enseñanzas de líderes mundiales como Salvador Allende, Gandhi o Luther King.
En el antiguo régimen, el expresidente Felipe Calderón promovía en los hechos un genocidio en contra de las personas más pobres que eran desplazadas de las actividades lícitas para ser sustituidos por las grandes corporaciones, arrojándolas así al mundo de las actividades ilegales, ilícitas y antisociales o a la emigración, al mismo tiempo que Estados Unidos los cercaba con un muro militarizado para que no pudieran escapar. Estábamos al borde de una revolución en México.
Afortunadamente a partir de 2018 con el nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador se inician diferentes acciones para mejorar la situación verdaderamente desesperada de los ciudadanos, entre otras: se duplica y hasta triplica el salario mínimo; se incrementa el número y la cobertura de pensiones sociales; se elimina el outsourcing; se controla la inflación; se fortalece a los sindicatos; se crean miles de nuevos empleos con obras de infraestructura como el Tren Maya, el Tren Interoceánico, el Aeropuerto Felipe Angeles, el de Tulum; la Refinería de Dos Bocas, etcétera, hasta lograr estar dentro de los tres países con menor tasa de desempleo en el mundo.
Con el nuevo gobierno el país se democratiza, pues se entrega el poder al pueblo en el Poder Ejecutivo, el Legislativo, quedando sólo pendiente democratizar al Poder Judicial de la federación y la eliminación de varios órganos autónomos, ambos, auténticas trincheras de resistencia del antiguo régimen neoliberal.
Este cambio profundo implica en suma un cambio de régimen de un sistema neoliberal a un sistema de Estado de bienestar, del dominio de las leyes del mercado y del más fuerte por el dominio de la justicia en todas sus facetas; la justicia social, étnica, transgeneracional, económica, política, de género, cultural, etcétera. Es un proceso que no ha terminado y que exige continuidad y profundización para lo cual ha votado aplastantemente el pueblo de México eligiendo en las urnas a la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, prácticamente pulverizando y destrozando a quien o quienes se oponían en su paso.
Dentro de todo, lo más loable fue que el cambio se logró de manera pacífica y en la conciencia de los mexicanos quienes se han vuelto inmunes a la propaganda de los medios de comunicación masiva.
El futuro para México luce prometedor, pero no libre de retos. Es indispensable tener presentes los principios de la cuarta transformación entre otros:
1.- Cero corrupción.
2.- Para el bien de todos, primero los pobres.
3.- Con el pueblo todo, sin el pueblo nada.
4.- No mentir, no robar, no traicionar al pueblo de México.
5.- El poder solo se convierte en virtud, cuando se pone al servicio de los demás.
6.- Defensa de la soberanía, y de los recursos naturales.
7.- Auténtica democracia representativa y participativa.
8.- Gobierno austero. Austeridad republicana y pobreza franciscana si es necesario. No puede haber gobierno rico, mantenido y pueblo pobre y trabajador.
9.- Transparencia. Mi pecho no es bodega, la vida pública tiene que ser más pública.
11.- Revolución de las conciencias.
12.- Movimiento pacífico.
Este proceso continuará…