Por la vida de los niños

  • Empatía Popular
  • Joaquín López

Tampico /

Ocurrió también un mes de julio pero del año 2014: la niña Melany Viridiana Gómez Ramón, de siete años de edad, fue asesinada por asfixia luego de que fuera sacada de un hostal en Ciudad Madero una madrugada, donde se hospedaba con su familia proveniente de Nuevo León.
Una trágica coincidencia se registra este mes, cuatro años después del horror de Melany: la pequeña Aleida Estrella, también de siete añitos, fue brutalmente asesinada. 20 puñaladas acabaron con una vida de alegría, de sonrisas, de juegos, que todavía tenía mucho por conocer.
Se revuelve el estómago. Es inconcebible. No hay pensamiento sensato que pueda aplacar la rabia que da cuando se registra una barbaridad como esta. Una vida inocente ya no está con nosotros.
La sociedad, consternada de manera natural, alza la voz para exigir, con el puño cerrado, la justicia anhelada para la niña, para su familia, y para que nunca más se vuelvan a repetir situaciones como esta.
Los especialistas en Derecho recalcan que el castigo por asesinar a un menor de edad, en particular a una niña, debe ser mayor a los 50 años de prisión, pena máxima actual. Para ellos falta severidad en la aplicación de la ley; la sociedad coincide totalmente.
¿Dónde están esos legisladores? No los veo tomando tribunas para demandar mayores castigos contra los feminicidios infantiles que, de manera increíble, se han registrado casi al mismo tiempo en otros estados del país en estos últimos días, como el de la pequeña Anita en Nuevo León, cuyo cuerpo fue encontrado dentro de una bolsa.
Son tantas las injusticias cometidas contra la niñez: son obligados a trabajar, no pueden acceder a estudios, tienen hambre, pasan frío, calor, lluvias, son explotados, raptados, violados, asesinados.
Esta no es la vida que merecen nuestros niños.
El único consuelo que nos queda es, de nueva cuenta, hacer lo que nos toca y cuidarlos, no callar cuando seamos testigos de abusos, de comisiones de delitos; tenemos que salvarlos de alguna manera.
Respetando las creencias religiosas de cada lector, en particular aprovecho el espacio para pedir al Ser Supremo por la vida de todos los niños y niñas, para que toque el corazón de quienes pretenden hacerles algún mal. Por Melany, por Aleida, por Anita...

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