Si la muchacha fue infiel ¿a mí qué?

  • Empatía Popular
  • Joaquín López

Ciudad de México /

Vaya que el caso de Emma Alicia Paz Ayala ha despertado, al menos en mí, un deseo de “resetearme” de las redes sociales, aunque es imposible escapar del famoso “tren del mame” que se genera en la red.

La semana pasada no sabía de la existencia de esta chica de Hermosillo, Sonora, que fue a un club de Playa del Carmen a festejar su despedida de soltera, como cualquier mujer que está por casarse.

Pero su fiesta la llevó al extremo de tener acercamientos de más con uno o dos hombres, hecho que para su mala suerte alguien fotografió, grabó y subió a las redes sociales con toda la malicia del mundo (vamos, la intención era acabar con ella).

La acción de Emma Alicia en mi particular punto de vista no me parece algo fuera de lo normal, pues la joven enfiestada (como muchos de nosotros alguna vez estuvimos) se fue de largo y se le olvidó de qué trataba su fiesta.

Aparte de su compromiso con su ahora ex prometido, la sonorense fue víctima de las circunstancias porque, de no haber nadie grabando o al menos advertido que estaba siendo evidenciada, en estos momentos seguiría con los preparativos de su boda (aunque con un tache por su comportamiento que jamás le diría a su novio, quien tampoco, seguramente, debe ser un santo).

Pero aquí es donde sale el parteaguas, ya que una vez más el Internet fue el medio para que los “cibernéticos” le dieran con todo a la joven. Inundaron de memes, fotos, videos, teorías de la conspiración y traiciones, toda una telenovela se esparció por el país con el caso (sin importancia) de esta chica.

Ya no hablemos de la dignidad humana, no sabemos hasta dónde llega la mentada dignidad, pero lo reprobable es que ahora todo aquel sujeto que cometa un acto que sea considerado inapropiado o no, pero que sea cometido por alguien en particular, un completo desconocido para ti y para mí, y que llegue a Internet, a partir de ahí su vida será un total infierno al exhibirse de manera grotesca, más que morbosa, mórbida y enferma.

Ahora la conocen como Lady algo (me niego a seguir el juego de esas etiquetas, o con los Lords no se qué), a la muchacha que seguramente perdió más que su pareja, pero se ganó un repudio inmerecido, pues nosotros no somos nadie para juzgar a los demás, menos si no los conocemos.

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