No abaratemos el sueño

  • Otro camino
  • Joel Ortega Juárez

Ciudad de México /

Es muy tentador caer en el morbo ante la decadencia del mundo de los políticos.

La verdad es que la realidad supera a series como House of Cards, Game of Thrones, la película española El Reino y muchas otras.

Nuestra decadencia no canta mal las rancheras. El escándalo de Rosario Robles es la punta del iceberg de una descomposición generalizada en la casta que tiene el poder hace un siglo.

Por supuesto que los turbios negocios gestados desde los gobiernos priistas se llevan casi todas las medallas de oro, las de plata y las de bronce. Esa obscena manera de gobernar hizo estallar una verdadera rebelión electoral el 1 de julio de 2018.

El presidente López Obrador considera la corrupción como la causa de todas las desigualdades, la pobreza y otros problemas sociales.

Con todas las complicaciones de su gestión, era lógico que se produjese un acto de gran impacto para demostrar su congruencia en el combate a la corrupción.

Los antiguos jefes como Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, socios, subordinados de Rosario Robles están por todas partes. En los grupúsculos maoístas, muchos de ellos con altos puestos en el gobierno actual, en el PRD, en su réplica Morena y por supuesto en el PRI. Casi todos hoy se convirtieron en sus implacables jueces. Los que la protegieron cuando el caso Ahumada. Entre ellos los hermanos Castro en Cuba donde estuvo protegido Ahumada y lo visitó Rosario.

Rosario Robles es indefendible en muchos sentidos. Que salgan del clóset sus protectores y beneficiarios es pedirle peras al olmo. Empezando por el mismo Presidente. Cada chango en su mecate.

Estamos ante una situación más que pretende colocar a la sociedad ante un falso dilema: se apoya y aplaude al régimen o se es cómplice de la gran estafa maestra.

Afortunadamente se puede estar en la oposición al gobierno actual y al mismo tiempo combatir a los falsos redentores maoístas como Robles y otros que están ahora con Morena, además de los que se convirtieron en altos funcionarios de los gobiernos priistas, muchos de ellos hoy parte importante del equipo gobernante del presidente López Obrador.

Hacen falta un guionista, un director y un reparto de actrices y actores para realizar una serie o un film que nos haga la crónica de esta cleptocracia . Algo que pudiese relatarnos la abnegada lucha de nuestros sagrados redentores.

Como el guion de esta serie realmente existente solo lo conoce quien tiene todos los otros datos no conocidos y el final puede ser lo más insólito, no desperdiciemos el tiempo en este nuevo capítulo de la obscena escenificación del voraz combate en los corredores de Palacio.

Fuera de cámaras, de tinglados, de los castings eternos, los sets, la escenografía, está una realidad exigiendo colocar la narrativa en los fenómenos cotidianos de una sociedad asediada por toda clase de violencia, explotación, desigualdad, pobreza, manipulación y demagogia.

Caer en la trampa de confundir todas las maniobras de los poderosos —por espectaculares que sean— con las luchas que se requieren para cortar de raíz las causas de la decadencia nacional, puede llevarnos a un siniestro callejón sin salida.

Más ahora que nunca el desafío está en ir construyendo una opción viable de transformación de raíz. Nunca es tarde para empezar un nuevo comienzo.

No abaratemos el sueño.

joelortegajuarez@gmail.com

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