El monstruo era una criatura anfibia que aterrorizaba a un grupo de científicos, que husmeaban osadamente en la selva del Amazonas, en la película El monstruo de la Laguna Negra (Creature from Black Lagoon, 1954) del director Jack Arnold.
El traje que usaba el actor, Benjamin Chapman, para salir de monstruo chapoteando en las aguas verdosas del estanque que coronaba el plató, era un complejo sistema de piezas articuladas de caucho que un grupo de técnicos le iba montando, durante tres horas agónicas, en cada ángulo del cuerpo. El traje costó 18 mil dólares de aquella época y Chapman, para salir de su engorroso carapacho al final de la jornada laboral, necesitaba otras tres horas de paciente y agónica deconstrucción. Solamente la cabeza y las manos podían quitarse fácilmente, lo cual era una bendición pues, en los tiempos muertos del rodaje, Benjamin podía comerse un sandwichito de pie, porque las articulaciones del traje no le permitían sentarse, y hacerlo en el rincón que el director le designaba para que no causara cortocircuitos con el goteo permanente de su traje, en las zonas cableadas del plató.
Durante el rodaje su participación era modesta pero argumentalmente crucial, su quehacer consistía en permanecer varias horas dentro del estanque ejecutando las órdenes que gritaba el director: “¡Sumérgete!, ¡emerge!, ¡salta y asusta!” Chapman no vio su nombre en los créditos de la película, el productor temía que un nombre debajo del monstruo fuera un atentado contra la veracidad de la criatura. Lo que sí hizo fue caminar por la alfombra roja de Hollywood, pero nadie pudo identificarlo porque iba sin su traje de hombre anfibio.
Ese sufrido monstruo tiene un halo metafórico, representa a la enorme mayoría de la humanidad, cumple con su trabajo lo mejor que puede, es su papel el que da título y sentido a la película y, sin embargo, su persona y su nombre están abocados a la invisibilidad.
Millones de monstruos trabajan todos los días, incansablemente, en las aguas verdosas del proletariado, para el beneficio de un solo Cary Grant.