En la antigüedad quien quería saber algo, saber mucho, saber más que los otros, tenía que ajustarse al formato colectivo y añadirse al grupo del maestro que oficiaba a la sombra de un árbol huluppu. Lo colectivo comenzó a deslavarse cuando aquellos maestros pusieron su sabiduría por escrito, y ya no digamos cuando llegó la imprenta e individualizó al alumno convirtiéndolo en un lector solitario, de filosofía, de poesía o de novelas, pensando en el que contaba historias, alrededor del fuego, para los miembros de su tribu. Lo mismo pasó con la música que durante muchos siglos se escuchaba en formato colectivo, hacía falta un grupo de músicos con sus instrumentos y un foro, un teatro o un jardín, para que la gente pudiera disfrutar de una canción o de una sinfonía. Aunque ya entonces el individualista rampante podía colocar su partitura y tocar sólo para su solaz una pieza de violín. Pero luego vino la radio a desbaratar el formato colectivo y aquello se agudizó con la industria discográfica. Lo mismo pasó con las representaciones escénicas, aunque es verdad que el teatro subsiste, igual que los conciertos y las cátedras en la universidad, pero el cine, su hermano menor, va abandonando la cosa colectiva en favor del individualista que ve solo en su cuarto una película en streaming. Ya hay incluso quien juega futbol solo en su habitación frente a una pantalla y quien sostiene, también solo, una historia de amor, o el que compra un pantalón, un piano o un Tesla sin tener que interaccionar con ningún miembro de la colectividad.
Esta serie de ¿progresos?, ¿claudicaciones? a lo largo de los siglos indica el rumbo que llevamos los ciudadanos del mundo industrializado en el siglo XXI, vamos hacia el sillón y la pantalla, hacia el repliegue que empezó, hace miles de años, con las tablillas y la escritura cuneiforme de los sumerios. Del maestro al libro, del concierto al disco, del teatro a Netflix, del frac a la pijama, todo eso contiene esta vertiginosa línea evolutiva que va del pictograma grabado en arcilla al risueño emoticono.