De pronto los indios verdes, las famosas estatuas de los adustos tlatoanis que señalan una de las salidas de la Ciudad de México, cobran vida, se desperezan y se echan a andar por la Calzada de la Viga, donde antes estaban situados, causando pánico entre la población. Hombres, mujeres y niños, perros y ratas huyen despavoridos al ver que se aproxima Tezapili, el indio verde que se echa a correr y, en su alocada carrera, alborota las aguas del canal que sacuden salvajemente las canoas, rebosan las orillas y “arrojan a trechos numerosos juiles que tras de agitarse en breve agonía, quedan brillando a la luna como astillas de cristal”. Pitzahua, el otro indio verde que se ha desperezado, se esconde entre los ahuejotes mientras Tezapili, su compadre, después de agitar las aguas del canal, se abre de piernas a mitad de la calzada y forma un arco del triunfo para que le pasen los coches por debajo.
Esta delirante secuencia aparece en la novela La resurrección de los ídolos, que escribió José Juan Tablada en 1924, inquietado por esa realidad doble que asalta al chilango cuando se encuentra con el México prehispánico que palpita debajo del asfalto. En algunas zonas de la ciudad basta hacer un agujero para encontrar un vestigio.
Luego viene la resurrección de los ídolos, después de un temblor salen, como zombis, por las grietas, se desamarran violentamente las fuerzas de nuestro pasado, “la sonrisa de luz” de Quetzalcóatl se bate contra Tezcatlipoca, “el mago negro”, que “emerge de un teocali hecho de cráneos y sangre coagulada”, al tiempo que resurgen otros ídolos, uno de ellos enorme que va saliendo del interior de una montaña mientras Tezapili, el indio verde más desmadroso, “exhala en soplo de fuego un jaguar de oro”.
Tablada mira con recelo, y con respeto, a ese México antiguo que palpita en el subsuelo, y sospecha que en el país no gobierna el presidente, sino “los númenes aztecas, que no han muerto” y que, cuando la batalla cae del lado de Tezcatlipoca, nos deja por las calles y en los puentes un reguero de cráneos y de sangre coagulada.