No tocarnos

Ciudad de México /

La pandemia del coronavirus ha llegado para consolidar una tendencia que, desde hace tiempo, viene transformando los hábitos del mundo industrializado: la de no tocarnos.

A medida que nos adentramos en el siglo XXI nos vamos tocando menos. Las conversaciones a distancia, con el otro hablándonos desde una pantalla, son ya parte de nuestra cotidianidad; se puede encaminar un proyecto, cerrar un negocio, comprar casi cualquier cosa, ligar y hasta tener sexo, cada uno en su habitación, eso sí, sin necesidad de tocar al otro.

Ahora que a causa de la pandemia no hay Liga de Futbol en España, los partidos que se transmiten por televisión son virtuales, con dos individuos que controlan los equipos, cada uno en su habitación, desde el mando de la PlayStation, mientras dos locutores reales narran el partido. A este deporte donde ya nadie se toca, que ha ganado una siniestra relevancia con la pandemia, se suma el elevador chino con botones de holograma, que vimos en los periódicos la semana pasada, para que la gente no tenga que tocar esa superficie que, cuando no es holográmica, han tocado antes miles de dedos.

El comando hipermoderno de no tocarnos se presenta como una cadena: no solo no tocamos al otro, tampoco tocamos lo que ha tocado. No tocarte o, quizá, podría devorarte, decía Santiago Auserón en aquella pieza de Radio Futura, canción turbia y de elevado erotismo pero, treinta y cinco años más tarde, el rumbo de nuestra especie ha cambiado, ya no se lanza uno a tocar, a besar, a devorar el cuerpo que te gusta, ni se deja tampoco uno hacer lo propio; la fuerza elemental que sacude a dos cuerpos que se gustan, que se atraen sin remedio, busca en este milenio, ya desde antes de la pandemia, una forma menos táctil, menos animal de sustanciarse. El sexo empieza, desde hace miles de años, con el tacto y la saliva, ingredientes fundamentales que hoy tenemos prohibidos. A la canción de Radio Futura habría que cambiarle el sentido: no tocarte o, quizá, podrías devorarme.

  • Jordi Soler
  • Es escritor y poeta mexicano (16 de diciembre de 1963), fue productor y locutor de radio a finales del siglo XX; Vive en la ciudad de Barcelona desde 2003. Es autor de libros como Los rojos de ultramar, Usos rudimentarios de la selva y Los hijos del volcán. Publica los lunes su columna Melancolía de la Resistencia.
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