Razones para ver Bardo

Ciudad de México /

Hay que ver Bardo, de Iñárritu, porque es una obra egocéntrica, teniendo en cuenta que el egocentrismo es desdeñable cuando se agota en una selfie de Instagram, no cuando es el motor de una película estupenda, como es el caso, ¿o vamos a descalificar, por ejemplo, a esas novelas egocéntricas que están escritas desde el “yo”? ¿Qué hacemos entonces con el egocentrismo de Annie Ernaux?

Hay que verla porque aborda la paternidad recorriendo la línea que va del padre fantasmal de Hamlet a la culpa del padre terrenal que, años después de haberse ido de México, se da cuenta de que ha condenado a sus hijos al desarraigo: un desarraigo real y doloroso, aunque le suceda a un emigrante privilegiado.

Hay que ver Bardo por su atractiva narración periférica que, lejos de resultar caótica, pone de relieve el centro al que va volviendo una y otra vez, mientras nos demuestra que ésta es la mejor forma de contar la historia de un hombre desarraigado, que no vuelve aunque vuelva, o de un hombre con raíces aéreas, según aquellos versos de Juan Ramón Jiménez: “pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen”.

Hay que ver Bardo por ese hijo recién nacido que entra y sale de su madre y de la vida, y hay que verla también por esa desasosegante secuencia de los cuerpos que caen desplomados en la calle, una solución estética que ha levantado un alud de críticas, como si la violencia que carcome a nuestro país no pudiera escapar de su sangrienta literalidad. Hay que ver Bardo precisamente por ese alud de críticas.

Hay que verla por la secuencia gloriosa en el salón de baile y porque nos presenta, en una larga caminata del protagonista, una nueva mirada sobre el contundente Centro de la Ciudad de México: una mirada mugrosa y simultáneamente majestuosa.

Hay que ver Bardo por las bajas pasiones que la atraviesan, la envidia, el resentimiento, el ninguneo y el rechazo a todo lo mexicano que no provenga estrictamente del territorio nacional. Hay que ver Bardo porque es una película de impecable factura, que escuece, conmueve, deslumbra.

Jordi Soler


  • Jordi Soler
  • Es escritor y poeta mexicano (16 de diciembre de 1963), fue productor y locutor de radio a finales del siglo XX; Vive en la ciudad de Barcelona desde 2003. Es autor de libros como Los rojos de ultramar, Usos rudimentarios de la selva y Los hijos del volcán. Publica los lunes su columna Melancolía de la Resistencia.
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