La mujer “más difícil, más dura, más dolorosa y de mal carácter”. Así define Antístenes a Jantipa, la esposa de Sócrates, esa pobre mujer que ha arrastrado, a lo largo de los siglos, una espesa mala fama.
Todos los discípulos de Sócrates detestaban a Jantipa que, sin ninguna devoción por el maestro, interrumpía sus disertaciones públicas, que hacía en plena calle o en la falda de una colina, para increparle al filósofo alguna falla en sus obligaciones domésticas o algún descuido con sus hijos.
Jantipa, según la descripción que hace de ella Antístenes, o lo que dicen los convidados al Banquete de Platón, era una mujer desagradable y no muy bien parecida y Sócrates, es importante establecerlo, era espeluznantemente feo y, según se entiende, un poco contrahecho pero, por otro lado, era la superestrella del pensamiento y podría haberse arrejuntado con cualquier beldad.
La mala fama de Jantipa trasciende su época, Robert Graves se ocupa de ella y el filósofo Daniel C. Dennett le puso Xanthippe a su yate, una embarcación ruda y peleona y además, por añadir otras referencias, Shakespeare la cita en La fierecilla domada y Joyce la menciona, y la absuelve, en su novela Ulises.
Además Jantipa era la segunda mujer del filósofo, Sócrates tenía ya una larga experiencia matrimonial y no se le podía acusar ni de novato ni de ingenuo. ¿Por qué el pensador más importante de su tiempo tenía una mujer tan desagradable? Porque estaba convencido de las bondades de la pareja que contrapesa y de la calamidad que a la larga significaba, para él que examinaba su vida todos los días, la pareja dócil: “de ahí mi elección de esposa; sé muy bien que si puedo tolerar su espíritu, puedo relacionarme fácilmente con cualquier otro ser humano”.
Sócrates no veía en Jantipa la tontería de la media naranja, sino a ese opuesto complementario que lo hacía pensar, reflexionar, preguntarse cosas sobre sí mismo.
“¿Qué descubrimiento útil obtuvo Sócrates de Jantipa?”, pregunta John Eglinton, el personaje de la novela Ulises. “Dialéctica”, responde Stephen Dedalus, y así le da su lugar a aquella mujer incomprendida.