“Toda Tlahuelilpan estaba ahí” recuerda Miguel López, de 46 años. “Era como una procesión, una fiesta”.
Un video que circula por las redes sociales muestra cómo, al cabo de unas horas, un chorro de unos siete metros baña a las personas congregadas: una fuente de gasolina. Miguel aseguró haber observado la escena desde el camino.
Su sobrino Juan, de 20 años, otro de los desaparecidos está entre los cientos de personas que fueron a sacar combustible.
La información de la catástrofe circuló por todo el mundo. En El País se publicaron reportajes entre los que destacan encabezados como “La actuación del Ejército centra la polémica en la tragedia de Hidalgo”, “Más de 13 mil tomas clandestinas se detectaron en México en 2018”, “Eran demasiados ¿Qué podríamos hacer?”.
El huachicol es un fenómeno antiguo en México y el robo de combustible creció desde el gobierno de Felipe Calderón y se disparó exponencialmente hasta nuestros días.
En el Estado de Hidalgo las autoridades han encontrado 1,726 tomas clandestinas y en todo el país un máximo histórico de 12,581 que representan una pérdida de 60 mil millones de pesos a nivel nacional.
Tlahuelilpan es un poblado de poco más de 20 mil habitantes que se ubica a 124 kilómetros al norte de la Ciudad de México, a siete kilómetros del Arco Norte y apenas a 15 kilómetros de la Refinería de Tula.
En 1974 los pobladores sabían que los señalamientos amarillos de “no excavar, no construir, no perforar” eran zonas de riesgo, sin embargo 40 años después estos señalamientos serían la guía para perforar y extraer hidrocarburos de los ductos.
En un reportaje del semanario Proceso se consigna que “Antes circulaban por las carretas camiones cargados de pacas de alfalfa, fresca o seca.
Desde hace aproximadamente dos años esos camiones esconden contenedores de gasolina. También se disparó la venta de garrafones y bidones…de plástico en los tianguis…y al pie de la carretera”.
“La gente quería aprovechar sin saber que arriesgaba su vida”, dijo Juan Vázquez. “a lo mejor todos somos culpables”.
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