Posí, mi señor cronista —dice el taxista culto con servilismo acaso irónico, mientras su tosijosa “unidad” (de marca tal vez descontinuada) da vueltas y vueltas alrededor de no se sabe ya qué punto de la gran urbe para evitar quién sabe cuál avenida que se asolea en obras mancerianas, o sea en estado de intransitabilidad—, habrá usted leído ya, en un titipuchal de informes sobre la transitología de esta inmensa Smógico City (entre ellos los reportajes de mi periódico MILENIO) que a chorrocientos automovilistas de esta Esmógico City alguna vez nos ha cosquilleado la neurasténica tentación de atropellar a los trabajadores de las obras de reconstrucción o de mero arreglo de las calles y avenidas y rotondas de esta pesadilla automovilizada (¿o autodesmovilizada?)... O séase, don, que aquí donde nos tocó vivir: en la Región Más Irrespirable del Aire, habitamos por lo menos medio millón de automovilistas asesinos en potencia, y pues como que se le enchina a uno el cuero, ¿no?... Y habrá usté visto que. —aparte de que el jefe de Gobierno ha complicado las cosas con eso de que le dio por arreglar, modificar, complicar al mismo tiempo varios lugares del territorio urbano (eso es oximoron, ¿verdá?), he aquí que, para acabarla de amolar, el foro del Ciudadano Consciente AC calcula que por cada dos chamacos que nacen acá al mismo tiempo llega un automóvil a arrejuntarse en la vialidá, o mejor dicho en la invialidá, lo cual como que es de espanto, pues al rato, si las matemáticas no mienten, habrá aquí tantos monstruos de cuatro ruedas como nosotros los monstrutos bípedos, y ¿cómo la ve usté, mi estimado?, ¿habrá que decir como lindamente dijo Pol Valerí, sólo que en francés y en paráfrasis o acaso en parálisis: “Nosotras, ciudades, somos mortales”?... Y deberemos resignarnos al desastre, como en la famosa película de cienciafricción, de que ya el destino nos alcanzó y estamos suicidándonos por causa y motivo del excesivo y esmogicoso parque vehicular que ni siquiera vehicula, como orita estamos comprobando (¿se fija?, ya se hizo la bola) ... Y, ya para acabar el rollo, yo, con su amable permiso, pienso que la ciudad hay que dinamitarla y enviarla al caraxo, y luego fundar otra, pero sin automoviles… mejor dicho: sin autoinmóviles, ¿no?
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