José Antonio, El Diablo Fernández, y Andrés Manuel, El Peje López Obrador, no se llevan mal. Se llevan. A dientes apretados, El Diablo tuvo que pagar las deudas de Femsa al fisco. Andrés Manuel siempre reconoce que la empresa de Eva Gonda de Garza Lagüera fue pionera de la burguesía nativa en México. No como las empresas nacidas del neoliberalismo de Carlos Salinas de Gortari.
Una de las broncas de AMLO con Femsa es el energúmeno de Gilberto Lozano. José Antonio tiene que evidenciar que no patrocina al fulano. Desde la llegada de López Obrador al poder público, grandes empresarios se excedieron, los abajo-firmantes, entre los que se encontraba Fernández Carbajal, recularon y reconocieron el triunfo de Andrés Manuel.
Femsa-Oxxo no puede alegar que es ecológicamente responsable. Ahí está el estadio de Rayados en un bosque, pulmón citadino y encimado al único río vivo de la ciudad –la leyenda urbana habla de que se extrae agua de los mantos acuíferos para la producción de cerveza.
La explotación de Oxxo en contra de sus trabajadores-“colaboradores” es evidente. Máximas jornadas con responsabilidades máximas… y con salarios minúsculos. La sociedad de servicios convertida en expoliación humana. Pero, ¿qué se discute? ¿Oxxo paga lo justo por la electricidad que consume? Tal vez, o no. Por lo pronto ya perdieron la batalla de la percepción con Andrés Manuel. El Diablo Fernández no irá a discutir en ninguna mañanera su postura. López Obrador se lo jodió. ¿Era necesaria la confrontación mediática de Oxxo con Palacio Nacional? No. O no así.
Para los consumidores, Oxxo es un mal necesario: brinda servicio, aunque no exista la segunda caja. Todo lo miserable se encuentra ahí: licores, cerveza, fritangas y rollos de papel higiénico. Sin Oxxo, la vida consumista no es vida. El tendajo de la equina se volvió prescindible, por obsoleto. Siento decirlo, Eva Gonda, pero Oxxo no da vida, da muerte.
Expansión de opciones, expansión de riesgos. Tal vez hemos entendido mal la modernidad, la posmodernidad, lo líquido, la sociedad enjambre. Para que el capitalismo social persista se trata de repartir, no de partir la madre a la sociedad. A Eva Gonda y a su alfil, José Antonio Fernández Carbajal, habría que explicarles la herencia de capitalismo social de Eugenio Garza Sada. Su actual modo de invertir es un fracaso, aunque en lo inmediato se sientan exitosos.
Andrés Manuel López Obrador es simple. Ya sabe qué tipo de “guerra” desea con Oxxo. El Diablo es complejo, no sabe qué tipo de batalla enfrentar con Andrés Manuel. Por angas o mangas las acciones de Eva Gonda cayeron un tres por ciento. Las acciones políticas de López Obrador no bajaron, a pesar del despliegue mediático de pautas en los medios de comunicación de los dueños de Oxxo.
Prolongando a Lenin (¿lo escribió o no?), cuando discute sobre la obra de Clausewitz (“la guerra es la prolongación de la política por otros medios”; o Foucault: “la política es la prolongación de la guerra por otros medios”), Vladimir decide que la guerra no es una cosa separada de la política: “como si fuera una simple agresión que altera la paz, seguida luego por el restablecimiento de esta paz alterada, como quien dice: ¡Se han peleado y luego han hecho las paces!”. Tal parece de Lenin.
Habrá paz. Alguien cederá. Andrés Manuel no tiene negocios evidentes; los negocios de Eva Gonda la evidencian. En el desvarío del poder, como lo reafirma Andrés Manuel, ya no se “pertenece”. Como “propiedad”, Oxxo sí se pertenece. Entre la propiedad y la pertenencia, envaguemos la semana.
José Jaime Ruiz
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