Estos días, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó el nuevo programa de vivienda y regularización que pretende construir un millón de unidades durante el sexenio. 500 mil viviendas del Infonavit para derechohabientes, y otras 500 mil, de Conavi, para no derechohabientes, que necesitarán financiamiento subsidiado. Una meta ambiciosa pero necesaria. Quiero pensar que, con la colaboración de todos, puede lograrse. No es un asunto exclusivo de la presidenta, sino del país y de las ciudades.
La inversión anunciada es de 600 mil millones de pesos. Iniciaría en 2025 con la construcción de 165 mil viviendas. Se crearía un programa de vivienda asequible en renta para jóvenes. Se pretende entregar un millón de escrituras a personas vulnerables -jefas de familia, indígenas y adultos mayores. Se generarían 6.1 millones de empleos directos y 9.2 millones indirectos. Todo ello es muy positivo; esperemos que se logre.
Los objetivos, brindar vivienda a quien más lo necesita, y no “construir viviendas, por construir”. Implementar vivienda de bajo costo para quien lo necesite, particularmente, para jóvenes. Garantizar el derecho al techo, pero no como meros proyectos inmobiliarios. Recordemos que, en sexenios anteriores, se construyeron viviendas alejadas de los centros urbanos, sin servicios básicos e infraestructuras, que hoy están abandonadas; probablemente, ascienden a 600 mil las viviendas abandonadas en el país.
La nueva vivienda que propone la presidenta, se emplazaría en terrenos y sitios cercanos a los lugares de trabajo, donde haya todos los servicios y acceso al transporte público; sería un cambio cualitativo en comparación con la vivienda del pasado. Será un reto para cada ciudad y municipio del país, lograr el suelo para ello.
Me atrevo a proponer que esta nueva vivienda conforme barrios. Barrios amables, vivibles y atractivos, y no meros “fraccionamientos” o “asentamientos humanos”. Verdaderos hábitats, arbolados, sanos y sustentables, con trazas diferenciadas, sorpresivas y cambiantes, que creen identidad, como las de los barrios y pueblos de antes, y no simples y monótonas retículas. Que las casas tengan variantes que, sin incrementar costos, las hagan distintivas, para que sus moradores se identifiquen con ellas, evitando la repetición infinita, “infonavitera. Con un trabajo dedicado y responsable, con proyectos bien pensados y construidos, será posible lograrlo.