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La historia y los juicios de valor

Jalisco /

La semana pasada escribí sobre la manera en que los juicios históricos son construidos socialmente, y muchas veces desde el poder. Y como la opinión colectiva sobre distintos personajes de alta jerarquía social, -cómo podría ser aquella que se construya sobre nuestro actual presidente Andrés Manuel López Obrador- requieren de años hacia adelante para su consolidación.

En está ocasión y siguiendo idéntica línea argumentativa quisiera opinar sobre cómo el presente también altera el pasado y como, en algunos decenios más, nos podrían ver quienes nos sigan en el camino de la vida por este bello planeta Tierra.

Y lo anterior viene a cuento, porque me inspiró un párrafo que el novelista español Arturo Pérez Reverte escribió en este diario Milenio hace algunas semanas, (06 de julio para precisar) reflexionando sobre una serie televisiva actual acerca de la revolución rusa y su desenlace, en los años 1918-1920. En particular hacía referencia a la abundante presencia de personas de raza negra en el Moscú de aquellos años; representados en las actuaciones de uno de los jefes revolucionarios rusos, el ministro de cultura soviético, y el hotel Metropol lleno de clientes y empleados del mismo color de piel.

Y en su reflexión Pérez Reverte nos narra que comentó esto con otro escritor amigo suyo, el español Antonio Lucas, en algún encuentro personal que tuvieron, y que este último le contestó solamente: “Son los tiempos”. Y escribe Pérez Reverte: “Y lo dice con toda razón, porque los tiempos están hechos por la gente que los habita; y la gente que habita este tiempo quiere, o exige, tener lo que tiene. ...... Si la Historia, el pasado, la realidad deben retorcerse para que encajen en los cauces por donde discurre el presente, pues se hace y en paz. El proceso es imparable, sin vuelta atrás. Para que el pasado y el futuro sean como queremos que sean, el pasado no debe ser lo que fue, sino lo que nos gustaría que hubiera sido. Nada más fácil hoy, cuando la gente de infantería, desprovista de mecanismos defensivos –me refiero a la cultura- se lo traga todo. Basta con colgar videos de treinta segundos, escribir libros de historia o novelas, y hacer series de televisión falseando lo que realmente ocurrió, para que se haga justicia a quienes en otro tiempo no la tuvieron, Tenemos el mundo presente y el pasado perfectos ahí mismo, al alcance de un clic en el teléfono móvil. ¿Cómo resistirnos a eso?”

Yo agregó: ¿cómo resistirnos a la tentación de creer todo lo que dicen las redes sociales? Si nos lo dicen tan seguros. Y que la información que recibimos y procesamos a diario en ese celular que nos conecta con el mundo, es la realidad tal cual; y que los lobos son ovejas, que los periodistas y los políticos dicen solo la verdad; y que no hay sesgo de nada en lo que nos proponen desayunar, comer y cenar de la información, los comentarios y la publicidad que absorbemos como esponjas.

Que los deportistas no cometen actos de dopaje y uso de sustancias prohibidas; que los académicos no copian; que la inteligencia artificial es lo chido; y que todos los empresarios y gente rica son filántropos por naturaleza. Que los juegos digitales después de horas de uso transforman a los jugadores en superhéroes, [juguemos todos a ser buenos y justicieros] y que alguna sirena se pudo haber transformado de tener tez blanca a oscura porque “así lo exigen los tiempos”.

Entonces nos encontraremos con la sorpresa de que muy probablemente lo que hoy vivimos en nuestro mundo, sea en ochenta o cien años un cuento lleno de colores rosas, o la más negra de las historias. ¡Qué importa! Cada generación y su sociedad podrá reinventar o reinterpretar hechos pasados y pretender ser justiciera con lo que nosotros no fuimos. Dirán que fuimos sádicos al extremo con el planeta y sus especies, o que por hambre y expansión territorial nos devoramos a especies enteras, al grado de no pensar en las necesidades de los futuros habitantes. Y acabamos con recursos valiosos que solo podrían ya encontrase en lejanas galaxias. Y todo esto a lo mejor poniendo nombres y apellidos. O a lo mejor increíblemente nos absuelven.

Y puede suceder que la sed de maquillaje [o de actualidad] sea tal, que nos perdonen y digan que la especie no se extinguió porque fuimos conscientes y bien hechos, y que los esclavos, la servidumbre, los sometidos; la pobreza, las guerras, las muertes genocidas, la discriminación y el hambre fueron un mero accidente histórico que puede cambiarse en las series y películas, u otras futuras tecnologías –a lo mejor en 3D e inmersivas- que captarán, sin ninguna discrepancia, la atención de niños, jóvenes y adultos, dentro de ciento veinte años. Y lamentablemente seguirán sin saber si fue cierto o no. Es ficción justiciera se dirá.

Así somos. A lo mejor así seguiremos. Son y serán los tiempos.


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