La protesta de la protesta

Jalisco /

A dos días de la toma de protesta de la nueva titular del poder ejecutivo federal, la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, -abanderada de Morena y coaligados en la pasada elección del 02 de junio- haré una serie de reflexiones sobre la polémica que ha causado la no invitación al rey de España, Felipe VI, al evento de toma de protesta constitucional el primero de octubre.

La presidenta electa y su equipo señalan que la invitación se extendió al gobierno español para que asistieran el presidente del mismo o su ministro de exteriores, o un representante afín. El gobierno español señala como una falta a las relaciones diplomáticas que su jefe de estado no haya sido invitado, como máximo representante -protocolario, pero no le hace- a su monarca.

El fondo de la diferencia está en que el monarca español jamás dio respuesta a dos sendas cartas escritas, por las cuáles el presidente Andrés Manuel López Obrador solicitó que el estado español se disculpara por los desmanes y excesos de la conquista española al descubrir y apropiarse de las tierras del nuevo mundo. Petición que también hizo el mandatario mexicano al papa Francisco en relación con los aspectos eclesiásticos de la conquista, petición que si fue atendida por este último.

Y en esto se oponen la visión española conquistadora y la visión de los vencidos nativos (hoy mexicanos, o latinoamericanos) antes sometidos, expoliados y convertidos en súbditos del rey español en turno. Por lo que se aprecia de la polémica, los españoles jamás han considerado pedir disculpas por la conquista y trescientos años de dominación.

Pero los vencidos, después independizados por obra de los mismos criollos españoles (Iturbide, Bolívar, Artigas, San Martín, De Miranda, Belgrano y otros) que, frente a la dominación napoleónica de la península ibérica, consideraron propicio -con la ayuda de los Estados Unidos- tomar el control del poder en sus respectivos territorios.

Y así cayó como castillo de naipes el virreinato y el coloniaje en la América antes española, hoy Latinoamericana. Pero lo más extraño de todo esto es que los españoles nos consideren “hermanos” después de los excesos cometidos, y no mencionen el nombre de Latinoamérica, sino el de Iberoamérica o Hispanoamérica, queriendo [doscientos años después de las guerras de independencia respectivas] seguir manifestando un vínculo histórico que ha evolucionado y sólo deja como huella una lengua común (el castellano de la región española de Castilla) hablado ya por más personas en México que en España. Y como comentario marginal agregó que, frente a esta nueva realidad, la Real Academia de la Lengua sigue dictando las reglas del idioma, cuando sus hispanohablantes son minoría frente a la inmensa cantidad de habitantes que lo hacen en América (incluyendo los Estados Unidos). ¿Colonialismo puro?

Pero sin embargo la historia es lo que fue, y seguirá siendo lo que es. No lo que hubiéramos deseado que fuera. La escriben los vencedores. Y así, el 23 de junio del año pasado comenté lo siguiente en el “Bosque de Luz”:

“Pero en todos los casos, el resultado siempre será el mismo: lo irreversible del hecho pasado, del suceso histórico. No podremos cambiar lo acontecido por más disculpas que se pidan, y por más perdones que se otorguen. Los muertos (mujeres u hombres) ahí estuvieron; la esclavitud, los abusos, los saqueos, las pérdidas, la barbarie, el dolor: todo eso se dio. Pero también la inserción de viejos mundos en los nuevos (en las distintas épocas) trajo consigo nuevas ideas y potentes formas de concebir y hacer el mundo: el comercio, los avances técnicos y científicos, las leyes y su forma de aplicación, arquitecturas distintas; y religiones y filosofías nuevas. Al final todo esto se entrelazó. … El cambio en el devenir histórico fue irreversible”.

Y frente, a eso por más protestas diplomáticas, enfrentamientos verbales y argumentos que se den como bandera entre las derechas y las izquierdas, y la caja de resonancia de los medios de ambas naciones, la realidad en nuestra patria es mestiza y republicana, y los españoles por más espíritu de reconquista que pudieron haber tenido (lo intentaron por muchos años después de nuestra independencia) aceptan lo irreversible de la misma.

Entonces lo que sigue es la “colonización” económica que nosotros mismos mexicanos hemos prohijado, y ahí están las empresas de origen español de distintos giros (bancarias, hoteleras, energéticas, extractivas, etc.) que operan –en condiciones beneficiosas- en nuestro país llevándose jugosos dividendos a la otrora “madre patria”; hoy desconocida por no haber contestado sendos escritos de solicitud de disculpas. La protesta por la protesta aún seguirá dando de qué hablar.


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