Los jóvenes y el futuro

Jalisco /

Alguna vez fuimos niños. Alguna vez fuimos jóvenes. Los niños están al cuidado de los padres en esa etapa de la vida -en la mayoría de los casos, pero habrá excepciones-. Por eso quiero reflexionar sobre el futuro de los jóvenes en el contexto de las actuales circunstancias que vivimos.

Las oportunidades de estudio y de trabajo son algo indispensable para salir adelante en lo azaroso del camino. Sin embargo, los jóvenes actualmente también se enfrentan a la violencia, la inseguridad, la falta de condiciones decorosas para vivir, empezando por la carestía de la vivienda y los salarios escasamente remunerativos.

Y aunque en esta etapa existencial los problemas de salud no son lo común, habrá que ver que les espera cuando lleguen a viejos y si podrán tener también acceso a buenos y dignos servicios médicos, considerando el lamentable estado bajo el que actualmente la seguridad social y los servicios públicos del gobierno (federal y estatales) operan.

Comencemos por lo primero. Los jóvenes han sido los más afectados por la inseguridad y la violencia que vivimos. Nuestra sociedad no tiene el mérito de ofrecerles buenas condiciones de vida. Si en Estados Unidos las balaceras en las escuelas son un tema recurrente, en nuestro país las desapariciones (para después encontrarlos en fosas clandestinas) son algo que ha lastimado y lacerado el tejido social. La impunidad ha sido la puerta giratoria. Entre más impunidad, dada la ineficacia de la persecución judicial, más desapariciones y más muertes. El incentivo es perverso, y el estado no es capaz de garantizarles el derecho humano esencial: la vida.

Por el otro lado siempre han sido objetivo permanente para inducirlos al consumo de drogas –cada vez más fuertes y letales- lo que frente a las angustias e inseguridades que a veces deben soportar en su camino existencial, los convierte en presas fáciles de los mercaderes de la muerte.

Si a ello sumamos las escasas y malas oportunidades laborales, la mezcla se va agudizando. Los salarios bajos no les permitirán acceder a una vivienda digna, y si a ello adicionamos la jugosa tendencia del capital (autoridades, terratenientes, desarrolladores y arrendadores) a incrementar exponencialmente el costo de las viviendas en venta y alquiler, y ofrecer a cambio espacios de treinta a setenta metros cuadrados por departamento, “loft” o casa, la cosa ya no pinta bien para ellos.

Y luego cuando quieren estudiar una carrera técnica o profesional encuentran las puertas en las universidades públicas con un excepcional número de rechazados. Y los que entran no entienden la extraordinaria oportunidad que la vida les está dando de formarse como profesionistas.

Me toca convivir con estudiantes de licenciatura y posgrado (en su mayoría jóvenes) que pudieran tener las mismas aprensiones y sobresaltos que cuando nosotros estuvimos en esa etapa. Pero las diferencias empiezan a hacerse visibles: el teléfono inteligente los hace pasar horas y horas frente a una pantalla que debiera ser para objetivos muy concretos y esta se convirtió en la dama o chambelán de compañía. No podemos ya vivir sin ese artilugio.

Pero me sorprende más, que frente a todas las desventajas que empiezan a tener en su vida productiva no privilegien el ejercicio como una fuente de salud. Entonces que les espera para esa etapa de vejez, si para subir un piso prefieren hacerlo por el ascensor en vez de caminar. Pero el colmo es cuando para bajar –bajar, leyó usted bien- lo hagan por el ascensor. Obviamente la obesidad se va manifestando en quienes no quieren destinar su energía vital a quemar esas calorías que la sociedad de la comida chatarra les ha impuesto.

Frente a todo esto yo me pregunto: ¿si la población joven de México puede entender lo que le espera en unos veinte o treinta años hacia adelante? Cuando serán adultos. Pero lo lastimoso de todo esto es que algunos que sí lo han pensado y lo prevén, tomaron el camino fácil de la corrupción, el pillaje, el narcotráfico y la generación de violencia, pensando que la panacea y remedio de todos sus males personales, familiares y sociales es tomar el atajo que pronto los llevará a la gloria. O a lo mejor al infierno.

Cometer errores es humano, pero también es una forma de comprobar que se es joven, o se puede seguir teniendo el alma joven. Quienes no se pueden equivocar son nuestros gobernantes y líderes, porque de sus falencias y fallas salen perjudicados muchos. Y esa ruta ya la hemos transitado varias veces. Hago votos porque los jóvenes mexicanos tengan un mejor futuro que el que aquí se vislumbra.


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