En la taxología de los asesinos seriales, existen aquellos que deciden hacer más difícil su tarea, atacando a sujetos masculinos, quienes, en teoría, poseen más fuerza y mayores habilidades para defenderse.
Para predadores como Randy Kraft, su propio género le resultaba más atractivo para cazar, por lo que entre el 20 de septiembre de 1971 y el 13 de mayo de 1983 acabó con la vida de al menos 16 jóvenes varones, cuyas edades iban de los 13 años a los 35 años. Kraft atrapaba a sus víctimas, las torturaba de forma brutal, centrándose en los genitales, a los que quemaba con encendedores de auto; finalmente, las asesinaba.
Sus presas las obtuvo, en su mayoría, en estaciones de transportistas y en el freeway que recorría, entre otros estados, California, Oregón y Michigan. Por lo anterior, muchos de los cuerpos de los jóvenes fueron rescatados en las orillas de la mencionada vía rápida.
Kraft forma parte de un grupo de asesinos seriales que en los años 70 y 80 “sitió” el estado de California. Entre ellos, mencionamos a Patrick Kearney, quien además de matar, fue un prominente necrófilo que acabó con la vida de al menos 21 niños y jóvenes entre 1962 y 1977 en el sur de California. Cuando Kearney terminaba de violar y torturar a sus presas, las asesinaba con un disparo en la sien.
Otro ejemplo es William Bonin, El Asesino de la Autopista, un violento y sádico camionero que en 1980 comandó a una pandilla de tres individuos que asesinaron a 21 adolescentes a los que habían capturado en las carreteras de California y Connecticut.
Bonin disfrutaba torturar sexualmente a sus presas y, cuando se aburría, apuñalaba a sus víctimas en los genitales. Para asegurar que los adolescentes hubieran muerto, los estrangulaba con sus propias playeras, sin dejar de verlos a los ojos. La edad de las víctimas iba de 12 años a 19 años.
Después de transcurrir 13 años en el corredor de la muerte de la prisión de San Quintín, en los primeros minutos del 23 de febrero de 1996, William Bonin fue ejecutado con una inyección letal.
Días antes, el asesino había dicho a uno de los periodistas que atestiguarían la ejecución: “Cuando llegue el momento de mi muerte, no deje de mirarme a los ojos, en los ojos está todo”.
José Luis Durán King