Mientras infinidad de empresas farmacéuticas de todo el mundo, invierten verdaderas fortunas buscando mejorar los tratamientos para curar los diversos tipos de cáncer, otros organismos luchan de forma constante por establecer nuevos métodos para acabar con la existencia humana. Ambos tienen sus razones, ambos defienden sus objetivos y ambos coinciden en algo muy concreto: lograr el beneficio social.
Pero nunca será lo mismo prolongar la vida que detenerla. En lo primero se busca continuar o llegar a tener una longevidad sana; en lo segundo poner fin al sufrimiento y al dolor. Vivir o morir, cada quien desde su particular punto de vista. Lo que nos hace diferentes como especie es que nosotros sí sabemos que vamos a morir, los animales, no.
Hace poco Suiza volvió a ser el centro de atención mundial porque las autoridades clausuraron un dispositivo para morir llamado Sarco, el cual consiste en una cápsula con un asiento reclinable. Al momento de sellarse, el usuario colocado en un asiento presiona un botón que deja escapar una determinada cantidad de gas nitrógeno. De esta manera fallece mientras se queda dormido.
La clausura se debe a la muerte de una mujer estadounidense de 64 años, ocurrida hace poco. Detrás de su deceso hay varias personas acusadas de inducción y complicidad en el suicidio. Aunque lo más asombroso es que a pesar del escándalo y lo delicado del asunto, existen más de 370 solicitudes del país alpino y de otras partes del mundo por utilizar Sarco.
Esta máquina, cuya apariencia es de una pequeña nave espacial —solo que en vez de llevar al espacio exterior conduce al Valle de las Sombras—, tuvo un costo de un millón de dólares y es obra del Dr. Phillip Nitschke, médico australiano famoso por fomentar la muerte asistida.
Así como cada quien tiene suficientes motivos para vivir, otras solo aspiran poner punto final a sus días, por las razones que sean, por las circunstancias que enfrenta. Esto perfila dos extremos. Por un lado, la tecnología y los nuevos descubrimientos científicos luchan por prolongar la existencia. Mientras en el otro extremo también de la ciencia y la tecnología, siguen apareciendo más mecanismos o dispositivos para ayudar a bien morir. Cada quien elige.