De flores y luna en la reserva de Mapimí

  • A morir a los desiertos
  • José Manuel Vázquez Navarro

Laguna /

Un mar verde esmeralda de gobernadora, con claros alfombrados de un amarillo brillante y con alguna pincelada acá de un rosa, allá de un rojo brillante y acullá de blancos níveos que destacan entre el paisaje ahora de un verde, verde pleno de flores. 

Ni el gran Monet, ni el más calificado de los pintores impresionistas hubiera imaginado un paisaje así en medio del desierto.

El aire húmedo tiene un rico olor a hierbas y a tierra mojada. 

Voy llegando a uno de mis espacios naturales favoritos, la Reserva de la Biósfera de Mapimí y vaya que me sorprende el verdor. 

Conocí este espacio desde muy joven, aunque con otros ojos; ya como profesionista pude apreciar adecuadamente lo que representa la conservación del área a la que muchos llaman “la zona del silencio”.

Es una bella y luminosa mañana de viernes, acabo de dejar la autopista a Chihuahua para llegar al Ejido la Flor, donde deberé atender dos reuniones de trabajo en tres días sobre la Reserva y sus habitantes.

Trabajaré este fin de semana, pero me encanta la idea de estar en este lugar y pensar que pasaré dos noches aquí, uno de los mejores espacios para observar el cielo y más sabiendo que tendremos la primera luna llena de octubre.

Ha terminado la reunión y estamos despidiendo a quienes no permanecerán en el lugar, cuando el trabajo llega volando, literalmente… a lo lejos identifico una mariposa monarca al vuelo que viene en dirección a donde me encuentro con algunos compañeros; digo, parece una monarca y cuando pasa frente a nosotros la distingo perfectamente y exclamo, no parece, es una monarca, reluciente.

Intento seguirla, se pierde en un mar de flores al lado de una cerca, hace viento e intento calcular cuántas horas me tomará fotografiarla a detalle…ya se que no se irá, revolotea dando vueltas y de repente, distingo otra, algo maltrecha, pero ahí andan. 

Tomo las cosas con calma, tendré toda la tarde para documentarlas…regreso más tarde y hago una miríada de tomas fotográficas...se empieza a hacer tarde, el sol cae, camino y tomo instantáneas de plantas y de otros insectos que me voy encontrando…se me pasó el tiempo volando, ya se asoma la luna, la retrato aun con luz por encima de unas ramas de mezquite. Se hace de noche, ya hay colegas para la otra reunión, salimos del comedor y la luna ya está ahí casi levantando…duermo un rato y me levanto a oscuras, no hace frío, aunque hace un poco de viento…apago la lámpara, no hace falta, la luz de la luna baña el lugar con una luminosidad increíble, se ven pocas estrellas, debe ser muy temprano pues veo a orión sobre mi cabeza y la luna ya cae… no tengo idea de la hora, mi celular está apagado en la maleta desde que llegué…aún no hay cantos de los gallos…sólo se escucha el aullar de varios coyotes, no muy lejos, los perros del rancho responden amodorrados… bajé la tapa de la caja de la camioneta y me he recostado sobre ésta, no tengo manera de describir lo agradable que me es observar las estrellas que deja ver en esta madrugada ese reflector que es hoy la luna…

Hay tantos matices en los claroscuros que empecé a pensar que daría lo que fuera para que Van Gogh estuviese aquí y me acompañara en mi caminata nocturna bajo la luna para que pintara “Mapimí en plenilunio”…no me cortaría una oreja, pero sí pondría unas velas sobre mi sombrero para darle luz, aunque traiga yo en la bolsa una linterna…

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