Creemos que las “malezas” o “malas hierbas” son inútiles.
La connotación de “mala” (maleza viene del latín “malitia”= malicia, maldad) califica sin averiguar a toda planta que crece en un lugar donde afecta los intereses humanos.
Así, no queremos ver un quelite entre el maíz, o un zacate entre la alfalfa ni zacate chino en el cemento de una banqueta.
Aunque Usted no lo crea, en Europa aún se estudia “maleherbología”, como ciencia del estudio y control de las malas hierbas.
El asunto es que las plantas que proliferan sin ser cultivadas nos brindan un sinnúmero de beneficios: muchas de ellas tienen algún uso medicinal; algunas de ellas son comestibles para humanos; otras son muy importantes para la alimentación de animales silvestres y domesticados; son importantísimas en la conservación del suelo al evitar la erosión y proporcionar vida al suelo con sus raíces activas; pueden usarse para hacer composta para recuperar la parte orgánica del suelo, etc.
Tan sólo una arvense (planta que nace entre los cultivos) tan común en nuestros espacios verdes como el “diente de león”, es una planta comestible con grandes propiedades alimenticias (puede consumirse el follaje como ensalada), de igual forma tiene una gran cantidad de propiedades medicinales y adicionalmente, es una planta con una estética muy especial.
Las verdolagas, planta silvestre alimenticias, que se habían dejado de aprovechar, ha recibido un inusitado interés, al reconocerse sus increíbles propiedades; las verdolagas son el vegetal con el mayor contenido de ácidos omega 3 y 6, adicionalmente son ricas en vitaminas A, B y C, y minerales como hierro, potasio, magnesio y calcio.
De hecho, es una planta que debería perder su mote de “maleza”, ya que se cultiva en algunos estados para su venta.
Tan sólo como “quelites”, en México se conocen cerca de 500 especies de plantas comestibles.
Quelite viene del náhuatl “quilitl”= que significa verdura o planta tierna comestible.
Las mismas verdolagas, romeritos, quintoniles, pápalo, huauzontle, hoja santa, entre muchas otras plantas que generalmente crecen silvestres o se cultivan y que han formado parte de la herencia culinaria ancestral que hemos venido perdiendo al considerarlas como “malas hierbas”.
En tiempos de crisis, económica, ambiental y de valores, sería interesante replantearnos este paradigma de las “malas hierbas” y generar una óptica diferente para valorar a la flora que nos acompaña.
Menos herbicidas, más plantas, mejor alimentación, es decir, un mundo mejor.