Forasteros. Fernando Hierro nació en un área y se crió en la otra: su instinto de atacante le lanzaba al frente pero su conciencia de defensor le responsabilizaba. Así se convirtió en el defensa con más goles en la historia del Real Madrid, 127, y uno de los jugadores con mayor recorrido de su época. De arriba a abajo, Hierro conoce todos los rincones del campo: suya fue la decisión de entregar el rebaño a un desconocido como Paunović y mérito de Paunović ha sido pastorearlo. Con solo unos meses al frente del Guadalajara, el director técnico y el director deportivo, dos forasteros, demostraron que el fútbol es universal, que el mexicano no está fuera de este mundo y que las Chivas son de esta tierra. El futbol mexicano tiene dos extremos: los que creen que todo lo que viene del extranjero es mejor y los que creen que todo extranjero que viene a México es de lo peor; al centro están un español y un serbio tapatíos.
Juvenil. Con 18 años, la mitad de ellos jugando tenis, Rodrigo Pacheco amanece como número uno del mundo en el ranking juvenil de la Federación Internacional de Tenis. La posición, histórica para un mexicano, ofrece esperanza para la raíz de nuestro tenis, de la que solo se ocupan unos cuantos como nuestra entrañable y sabia familia Lemaitre. El problema de Pacheco es que a su edad, Carlos Alcaraz alcanzaba los cuartos de final del US Open, ganaba un ATP 500 en Río y jugaba unas semifinales memorables de Indian Wells contra Rafael Nadal.
Milagros. Escribíamos hace unos días que el Luton Town, ascendido de quinta a cuarta, de cuarta a tercera, de tercera a segunda y con ayuda de Dios y la bendición del Rey, de segunda a primera división, era el ejemplo perfecto para describir el milagro del futbol inglés donde todos gozan del más elemental de los derechos deportivos: el derecho a competir. Ese derecho es el mismo que permitió a Leicester City convertirse en el campeón más milagroso, sencillo y humilde en la historia de la Premier, y el mismo derecho que lo devolvió a segunda división mientras el Luton ascendía. Que viva la Premier con sus milagrosos ascensos; que vivan la democracia y el parlamento; que Dios salve al Rey y al tradicional futbol inglés.