El Mundial Sub-20 entra en su fase decisiva, pero su repercusión es mínima, uno de los campeonatos más atractivos del futbol perdió su categoría.
Antes de llamarlo Sub-20 le llamaban Copa Mundial Juvenil y tenía mucha magia por tratarse de una versión adolescente del mayor.
Inaugurado a finales de los años setenta con la intención de llevar el juego a todos lados de la mano de FIFA, Adidas y Coca Cola, se convirtió en la mejor idea de Joao Havelange cuyo impulso produjo furor por el futbol en categorías menores.
A partir de ahí se desarrolló una auténtica cultura de fuerzas básicas a nivel de clubes que los holandeses ya tenían muy dominada. Mirarlo era especial porque se trataba de jugadores pequeños que estaban en pleno crecimiento. Había un profundo respeto por el amateurismo en el futbol de aquella época que permitía disfrutar de las selecciones nacionales con inocencia y sin envolturas.
Era el Mundial de los jóvenes, y ese detalle le agregaba una dosis de alegría por el juego y una buena cuota de suspenso por saber en dónde nacería la próxima estrella internacional: en él nació Maradona. Menotti lo dejó fuera del Mundial de Argentina 1978 y dicen que nunca se lo perdonó.
Aquella selección mayor fue campeona así que no hubo reproches, imposible saber lo que habría pasado si Maradona juega ese Mundial en su país. Pero encontró consuelo inmediato en la Copa Mundial Juvenil de Japón en 1979 dirigida también por Menotti, que bajó del banquillo mayor al menor.
Argentina ganó el título con un equipo de muchachos encabezados por un esplendoroso Maradona que maravilló al mundo junto a Ramón Díaz, un extraordinario goleador.
No todos los grandes cracks triunfaron en este torneo, ni todos los que triunfaron en él se volvieron cracks, pero el 79 marcó a toda una generación de infantiles y juveniles a los que FIFA ofreció un lugar de privilegio en el panorama internacional.