Familia. Cuando un pebetero se apaga perdemos un amigo, en mi caso, pierdo un familiar. Durante años mi padre entregó su vida a la cobertura de los Juegos Olímpicos dejando en casa tres niños que se educaron con la sabiduría de mamá y los ejemplos que, a través de sus transmisiones, nos enseñaban a personas que alcanzaban una meta, superaban un obstáculo o vencían la adversidad. Fui criado por la televisión deportiva en una época donde la palabra atleta significaba héroe y la palabra medalla era igual a gracias. Así que mirando y escuchando los Juegos Olímpicos en familia, aprendí que el deporte podía mejorar las cosas: lo único que debíamos hacer era soñar.
Herencia. Alguien me contó de Owens, Nurmi, Zatopek y Comaneci; pude ver a Misha y al Coliseo, a Coe, Lewis, al Dream Team, Phelps y Bolt. Fanático de los Juegos Olímpicos, soy un coleccionista de emociones: recojo momentos, marcas, nombres y detalles. No tengo una bolsa para cargarlos, ni un cajón para guardarlos, porque su espíritu se comparte de corazón en corazón y de familia y en familia. París 2024 será tan grande, como nuestra capacidad para contar a nuestros hijos lo que vimos y sentimos en ellos: el Sena, el Fuego aerostático, la ciudad integrada, sus voluntarios, Marchand, Duplantis, Biles, Khelif, Djokovic, Curry, Sifan Hassan, Julien Alfred, Mijaín López y Osmar Olvera llegarán tan lejos en la historia de mi familia como Lucca quiera: mis memorias olímpicas son la mejor herencia deportiva que voy a dejarle.
Futuro. Un país desarrollado no se mide por el número de medallas olímpicas, sino por la cantidad de niños con derecho a tener una vida sana, segura, alegre y deportiva. Antes que competitivo y representativo, el deporte debe ser recreativo, preventivo, pedagógico, integrador y saludable. Los grandes atletas, sus victorias y sus historias, funcionan como adhesivo social, ayudan a promover el concepto de nación y deben ser ejemplares. Pero el verdadero motivo para invertir en una estructura deportiva está más abajo: en los colegios, las instalaciones estatales, la seguridad en los parques, los programas de educación física, de salud pública, el desarrollo de entrenadores y la alegría que produce practicarlo.