Origen
Establecido en la bóveda de un banco, el solitario Manchester City tenía todo lo que un equipo de futbol podía soñar: el presupuesto más grande, los jugadores más caros, los campos de entrenamiento más lujosos y el estadio más moderno. Un día se dio cuenta que le faltaba algo y pidió que le vendieran una forma de jugar. Así que eligió un estilo, le puso un precio de mercado, buscó al inventor y lo contrató como entrenador; quitando a Messi y Cristiano, al City no le quedaba otra cosa que comprar. Sus dueños habían logrado algo imposible de explicar: que el mundo mirara al viejo y poderoso United, como el equipo pobre de la ciudad. Su fama y fortuna estaban confundiendo los valores del deporte: ganar ya no era resultado de jugar bien, sino de gastar más.
Consecuencia
Diseñado para ganarlo todo, al City empezaron a perseguirle los intereses. Obligado por la inversión más grande de la industria, cada temporada era más exigente que la anterior: el equipo más caro del mundo era incapaz de levantar la Champions League; una deuda que el dinero no ha podido pagar. Víctima de su riqueza, el futbol le pasó factura: lejos de considerarlo un club competitivo y honorable, le señalaron como el principal causante de la inflación. Había poca deportividad en sus objetivos, parecía negociar las copas en lugar de merecerlas: una anomalía en la historia porque con el tiempo, son los títulos los que traen fortuna, y no las fortunas las que producen títulos. El City, también intentó comprar un pedigrí.
Pena
Después de algunos años de investigación y con el expediente del PSG en la mano, la UEFA decidió imponer el castigo más duro desde la sentencia al hooliganismo: dos años de expulsión en competiciones europeas y 30 millones en multas por gastar más de lo que ingresa: al City le inyectaron capital en vena, competía con esteroides financieros. La condena sin embargo, no es tan dura como la pena: pobre City, fingió grandeza. En el fondo del caso hay un mensaje convertido en moraleja para cualquier Liga del mundo donde los títulos vayan apalancados a la inversión: si un equipo gasta más de lo que gana, lo querrán mientras dure su dinero: eso no es grandeza, es una farsa.