Las estatuas en las calles, las frases en los túneles, las fotos en las paredes y la memorabilia en los rincones, son anclas del tiempo que todo equipo debe colocar para recordar de dónde viene y hacia dónde va. El fenómeno de la trascendencia en el deporte es algo tan sencillo como saber contar la historia de los que se fueron a los que están y a los que vendrán.
Viendo jugar a los Celtics del 2022, se entiende que alguien siguió contando la historia al interior y al exterior de la cancha. Todas las grandes franquicias tienen un personaje clave que encontró la forma de jugar, la manera de actuar, el carácter del equipo, el espíritu de la ciudad y el valor de una marca.
En Boston, la figura del legendario entrenador Red Auerbach continúa vigente. Muchas cosas cambiaron desde su primer campeonato con los Celtics en 1956, pero lo más importante de esta organización permanece intacto: su identidad. Auerbach tomó decisiones a lo largo de su carrera que definieron la esencia de los Celtics, del basquetbol, de la NBA y hasta de su gran rival.
Su imagen en la banda con ese eterno blazer a cuadros encendiendo el puro de la victoria en los minutos finales de los partidos decisivos; su racha de nueve títulos en diez años, ocho en forma consecutiva y seis de ellos contra Lakers de Baylor y West; su determinación para seleccionar jugadores en una época de terribles barreras raciales; su astucia para convertir el Boston Garden en un fortín donde los visitantes no podían botar la pelota, respirar en los casilleros, ni escucharse sobre el parqué; y su complicidad con el capitán Bill Russel, al que nombró sustituto para volverse director general y después presidente del equipo, convirtiéndolo en el primer entrenador afroamericano de la NBA; son la herencia de estos jóvenes Celtics que se retratan con la estatua de su viejo entrenador, frente al mítico Faneuil Hall en Boston.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo