El Presidente ya rinde un informe diario a través de sus “Mañaneras”, así que no hay razón para perder el tiempo escuchando sus evasivas y justificaciones del porqué las cosas van de mal en peor.
En materia económica ya íbamos mal desde antes de la pandemia, esta lo que hizo fue crear una tablita de salvación para que todo lo que ocurra en sentido negativo ya tenga un culpable y en ese saco echaremos los miles de muertos, decrecimiento abismal, pérdida de empleos, fondos que ya se gastó en quién sabe qué cosas. En conclusión y por donde se le quiera mirar, esta administración, transcurrido apenas un tercio, es por decir lo menos, un auténtico desastre. Le quedó muy grande México, porque la grandeza de México va más allá de quienes no quieren ver.
En el combate a la corrupción, se ha manejado a conveniencia el caso Lozoya y eso demerita y pulveriza una excelente oportunidad de empezar a hacer las cosas bien. Hoy nos damos cuenta de que la corrupción tiene acepciones según su origen; si proviene de la oposición se le llama “corrupción”con todas sus letras como debe ser, pero si se origina en el “hermano incómodo” no se dice ni Pío y en esos casos se llama “colaboración”. Hoy sabemos que la honestidad tiene escalas y es más corrupto el que roba más que el que roba poquito. Su esposa justifica que también “La Corregidora” pasaba la charola, de manera tal que estos actos ilícitos ya fueron purificados a priori. Pura honestidad valiente.
La impartición de justicia con una fiscalía que sirva, pero a los intereses del Presidente. Ahora resulta que para aplicar la ley que el Presidente juramentó, hay que hacer el circo y el gasto de una consulta nacional para ver si se juzga a ex presidentes corruptos. Pero él tiene otros datos.
¡Así no, señor Presidente!