Emprendo la escritura de esta columna terriblemente compungido por los acontecimientos que la han llevado a convertirse en una constante entrega necrológica. Día a día, la covid sigue pegando por doquier y uno tiene que lamentar la pérdida de gente a diestra y siniestra.
Esta semana perdió la batalla Eulalio Cervantes, a quien conocimos como Sax en La maldita vecindad y los hijos del quinto patio. Se trató de un músico que mucho aportó para consolidar el sonido de una de las agrupaciones fundamentales del mexicano y de una poderosa personalidad. Su deceso me hizo pensar en sí se trató de la primer gran figura de la generación conocida como del Rock en tu idioma. Al revisar el tema me acordé de Lalo Tex y Armando Vega Gil (Botellita de Jerez). Sax no fue el primero, pero duele mucho porque además seguía creando y tenía nuevo sencillo solista. Lo sucedido a Sax me llevó a darle la vuelta a ese gran tema universal y me encontré leyendo el texto Muerte y autenticidad. Reflexiones sobre Heidegger, Rilke y Blanchot, escrito por Jennifer Anna Gosetti-Ference, quizá ingenuamente buscando algunas explicaciones, pero con lo que me tope fue con una serie de interrogantes que ahora comparto: ¿en qué medida la muerte es pensable o imaginable, y qué implicaciones tiene una auténtica relación con la muerte por medio de lo pensado o imaginado? ¿Pero es la muerte, además del perecimiento biológico o el deceso temporal inevitable, un fenómeno absoluto? A estas alturas del 2021, no queda sino darse de topetazos con la muerte en su abrumadora totalidad y extraviarse en una maraña de pensamientos que ni la filosofía existencialista puede esclarecer con suficiencia. Vivimos de y para la muerte, pero antes de comprender su esencia sobreviene la nada.
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