¿Se puede ganar la batalla de las ideas en la política nuestra con el espectro de un personaje que defiende la diversidad de las ahora 37 maneras de ser humano, según los identifica su bandera? Es que, de manera curiosa, la utilidad pública del entretenimiento televisivo con sus plataformas digitales nos lleva a transitar por el desamparo espiritual y a su vez democrático ya que, estamos revestidos de una profunda posmodernidad donde impera el no sentido, es decir, el no arte.
Por ende, opera también la deformación de las noticias que influyen en la vida cotidiana y más, nos violenta el ethos que “es el carácter o la imagen ética que proyecta la persona que discurre”. En este caso particular y, por partida doble, Luis Carmen Guevara Venegas, quien decidió cambiar su nombre por el de “Wendy” ahora harto famoso por la subvención pública que le da el espectáculo que no deja de tocar otro terreno como es la política.
Entonces incumbe lo posmoderno −el vacío dentro del vacío−. El imperio del no-sentido (Jacques Ellul, dixit) donde nuestros políticos, con el afán de recibir la aprobación del pueblo en general, con miras a obtener el beneficio de los votos, con rapidez expresaron su aprobación para que Carmelo, joven leonés ahora convertido en la Sirenita de ocasión, sea el estímulo para propagar su sentido de identidad y pertenencia a la nueva sociedad democrática.
Porque dicha sociedad, muy pero muy en el fondo, busca la igualdad de los ciudadanos (así es la democracia en efecto), pero aquí no importa el ciudadano sino la voz estentórea de unos cuantos plutócratas que se congracian no con la voluntad popular sino con el deseo de conquistar la voluntad de los afines a las redes sociales para jugar con la ilusión de ser elegidos para algo… no saben qué, pero para algo servirá decir que les alegra la velada de la conversión de ser humano a ser otro más para siempre.
Y allí tenemos que ni personajes tan curiosos del Barrio del Coecillo en León como el Pingüico, los Chimuelos, los Caga-atole, los Gorraprietas, los Precipitados que repartían cuchilladas por el rumbo, lograron trascender tanto; como tampoco Francisco Lozornio, Arturo Canicas Candelas, Hilarión y Lázaro Sánchez, sin olvidar a los hermanos Vázquez; o qué decir de aquel hombre, Santos Ramírez, quien pretendía a la bella joven Inesilla y que fue muerto, en 1826, cuando otro más le hundió una chaveta en el pecho. Y con ello sobrevino el nombre del Arroyo del Muerto, afluente del río Turbio de nuestra ciudad.
Lo anterior deriva en este imperio del no sentido porque ahora el joven coecillense autoproclamado “Wendy Guevara” es el nuevo embajador, perdón, embajadora de León y, merece, según los plutócratas, estar con ellos porque, entre políticos no se leen la mano.