Locución para no desecar la palabra

Ciudad de México /

Entendamos que no es fácil estar al frente de un micrófono pues la debida distancia aplica a que el pronunciamiento del texto, o bien, la improvisación requiere, en general, que no se distorsione la voz, así como el mensaje que se emita. Por eso a través de la práctica continua se modula no sólo la voz sino la calidad de la misma, así como el énfasis necesario para lograr la efectividad solicitada ante los llamados “trebejos”. Solo así se será claro, conciso y directo según el mensaje que se dé a conocer.

Entonces, cabría mencionar que la manera justa de saber proyectar la voz ante un micrófono implica el saber respirar del ser humano con sus tres formas distintas para emitir mejor nuestra voz a quien nos escucha. Este libro, El locutor profesional integral de Radio y T.V. (2022) de Jorge Trujillo Ortiz, bien pudo llamarse:

· Manual íntegro para locutores descarriados.

· Guía fundamental de locutores con los corazones rotos, o bien,

· Instructivo para saber discernir lo que es la locución y no desecar la palabra.

Esto último por aquello de “la importancia que tiene el locutor” así como “para todos aquellos aficionados que tengan esta vocación”. Por ello merece la pena citar, en torno a la desecación de la palabra, ya que estamos revestidos de una profunda posmodernidad donde impera el no sentido, es decir, el no arte.

Pues esta guía, manual o instructivo nos pone serios antecedentes para, insisto, no desecar la palabra que también significa no desdeñar la lengua española que nos legaron nuestros abuelos castellanos con recurrencias del latín, del griego, del ladino o del jvdesmo, en general de las lenguas romances, como también del caribe, del africano, del náhuatl, etc.

Un volumen que no se escande, sino que se charla con timbre y tono que se conjugan con los esquemas rítmicos de la radio, nuestra Radio, que conviene mencionar es nuestra historia, que alude a nuestra memoria y crónica leonesa. Esto último por aquello de “la importancia que tiene el locutor” y “para todos aquellos aficionados que tengan esta vocación”.

Por ello merece la pena citar, en torno a la desecación de la palabra, ya que estamos revestidos de una profunda posmodernidad donde impera el no arte. Y por ende también, la deformación del buen decir, que influye en la vida cotidiana y más, creo, violenta el ethos, “el carácter o la imagen ética que proyecta la persona que discurre”. En el caso que nos reúne, el del auténtico locutor(a), aquella persona que habla o anuncia en micrófonos radiotelefónicos o de televisión, que también se le llama: anunciador, narrador, cronista y maestro de ceremonias.


  • Juan Carlos Porras
  • Editor fundador de Grupo Ochocientos y actual director del Centro de Investigación y Estudios Literarios de León (CIEL-LEÓN).
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