Son chinches, no chapulines

Hidalgo /

Mi señora madre, a quien debo lo poco o mucho de popular que hay en el español que a duras penas hablo, usaba con bastante frecuencia el bello verbo enchinchar. Lo usaba para señalar a un tipo especial de pusilánime, a alguien que llegaba a los lugares y se aburría enseguida o aquel otro que sólo quita el tiempo y no compra nada.

“Nada más anda enchinchando”, decía cuando alguien duraba sólo una semana en el trabajo o en su nueva escuela. Pero también aplicaba dicho verbo en aquellos casos en los que alguien cambia de parecer de acuerdo con los vientos, es decir, que no tiene convicción.

Me acordé de este verbo ahora que los entomólogos del Chuirer andan desatados con una supuesta plaga de chinches que asola a la Ciudad Universitaria, allá en mi CdMx. Pero también me acordé de la acción de enchinchar, porque tal parece que los mentados chapulines, que saltan con extrema facilidad de un partido político a otro, tienen algo de chinches, porque se alimentan también de la sangre de los otros.

Es patético, por decir lo menos, el vergonzante desfile de izquierdistas de último momento, tipos que hace 15 días eran de derecha extrema, amanecen convertidos en zurdos irredentos. Tal parece que el bastón de mando que recibió la ante-precandidata tiene poderes mágicos y también borra los pecados.

Yo no creo que los zurdos auténticos, aquellos que se han partido la madre durante décadas y sin los cuales este gobierno simplemente no hubiera llegado a donde está, se encuentren muy contentos con el clavadista yucateco, que más bien parece andar buscando la manera de clavarse cualquier cosa que se le atraviese. ¿En qué momento Morena se convirtió en una agencia de colocación?

¿Acogiendo a esa caterva de oportunistas es como honran la memoria de Rubén Jaramillo, del maestro Genaro Vázquez, de los trescientos perredistas asesinados durante el salinismo?

¿Qué diría Monsiváis del pragmatismo que ha infestado como una peste de chinches, esa sí, a un partido que hace pocas horas se decía de izquierda? La joya de la corona la encarna el nieto del general, con un pasado más que turbio, quien se apresta a tomar por asalto el gobierno de la ciudad que, supuestamente, es la más progresista y politizada de este país.

Si cae la CdMx —digo, es un decir—.

Si cae, que nos agarren confesados.

  • Juan Casas Ávila
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