La tarea silenciosa de las Fuerzas Armadas

León /

Para quienes nos dan paz y tranquilidad en todo momento.

En esta época decembrina, cuando las familias se reúnen para celebrar, miles de hombres y mujeres de uniforme están lejos de sus hogares. En tierra, mar y aire cumplen con la misión de servir a México, sacrificando afectos, fechas importantes y momentos irrepetibles. Mientras unos disfrutan de la calidez familiar, ellos enfrentan climas extremos y riesgos. Su vocación los mantiene firmes. La disciplina militar exige sacrificio, pero pocas veces se reconoce el impacto emocional y social que implica largas jornadas lejos de sus familias.

Las Fuerzas Armadas cumplen una tarea silenciosa que rara vez se reconoce en su verdadera dimensión. Su labor se despliega en todos los espacios: en tierra, soldados del Ejército y de la Guardia Nacional patrullan comunidades, enfrentan emboscadas y vigilan carreteras; en el mar, marinos combaten el tráfico ilícito, protegen rutas comerciales y realizan operaciones de rescate en condiciones extremas; en el aire, pilotos y personal de apoyo en tierra vigilan fronteras, transportan ayuda humanitaria y participan en operaciones estratégicas que requieren precisión y riesgo constante.

A este sacrificio se suma el dolor profundo por la pérdida de cada elemento caído en cumplimiento de su deber. Cada soldado, cada marino, cada piloto que no regresa representa no solo una baja en las filas, sino una ausencia irreparable en su hogar. El silencio con el que se despide a los caídos refleja tanto la disciplina militar como la falta de reconocimiento público hacia quienes entregaron la vida por la seguridad de México. Cada funeral militar es un recordatorio de que la seguridad del país se sostiene sobre vidas entregadas en silencio.

La sociedad suele ver a las Fuerzas Armadas como instituciones monolíticas, pero detrás de cada uniforme hay seres humanos que cargan con la tensión de una vida pública, marcada por la obediencia y el deber, y una privada, marcada por la distancia y la renuncia. Como sociedad debemos saber que existen mujeres y hombres que por decisión eligieron la más noble tarea: servir a los demás. La tarea de las Fuerzas Armadas es silenciosa porque no buscan protagonismo ni aplausos. Sirven porque creen en la misión, incluso cuando ello significa enfrentar incomodidades, vivir bajo la sombra de la violencia y renunciar a la calidez de la vida familiar. Su sacrificio es invisible para muchos, pero constituye la base de la estabilidad nacional.

El sacrificio de las Fuerzas Armadas es permanente. Cada día, en tierra, mar y aire, miles de hombres y mujeres entregan su vida al servicio, conscientes de que renuncian a lo personal para sostener lo colectivo. México debe aprender a valorar ese costo humano y exigir mejores condiciones para quienes, en silencio, sostienen la seguridad nacional y contribuyen de manera determinante a la seguridad pública. Reconocer la permanencia de este sacrificio es la única manera de honrar a quienes mantienen viva la vocación de servir, aun cuando ello implique vivir lejos de sus afectos y enfrentar la posibilidad constante de no regresar.

En estas fechas de recogimiento y paz, cuando la familia se convierte en refugio y alegría en lo íntimo del hogar, recordemos con gratitud a mujeres y hombres de uniforme que, aun siendo desconocidos para nosotros, velan silenciosamente por nuestra tranquilidad. Elevemos un pensamiento sincero para que, al regresar a sus hogares, sean recibidos con la sonrisa que ilumina, con el cálido abrazo que sólo la familia puede ofrecer. Ese gesto, tan simple y a la vez tan profundo, es la verdadera recompensa: la certeza de que el deber cumplido se transforma en amor, y que el sacrificio por los demás encuentra sentido en la mirada de quienes esperan.

  • Juan Manuel Díaz Organitos
  • General retirado del Ejército Mexicano
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