En las pasadas entregas hemos platicado sobre lo que son el metaverso, las criptomonedas y los símbolos irreplicables (non-fungible tokens, NFT) y su futuro inmediato como vehículos de inversión. El anuncio de una moneda digital por la banca central de Estados Unidos nos presenta una buena oportunidad para explorar el futuro a más largo plazo del universo digital en el que cohabitamos junto con nuestra existencia terrenal.
En el extremo ideológico de, “las criptomonedas son una tontería que va a desaparecer”, corresponde el “cripto va a reemplazar a las monedas nacionales por completo”. Un dato clave que cualquier inversionista en cripto puede utilizar para defenderse de los riesgos que enfrenta es cuántas monedas nacionales son utilizadas como vehículos de inversión. Existen cientos de monedas emitidas por bancos mundiales alrededor del mundo, pero son menos de 20 las que se sostienen o intercambian como “inversiones”, las demás simplemente no son inversiones viables ya sea por volumen o volatilidad ¿Por qué serían necesarias más de 20 cripto?
En la columna previa llegamos a la conclusión que las razones para invertir en criptomonedas son las mismas que para invertir en monedas nacionales, fe en las instituciones que las respaldan, una oferta limitada y el deseo de otros por tenerlas. Con la presencia digital de monedas emitidas por los bancos chino y estadounidense, que seguramente serán seguidos por los demás bancos centrales relevantes, el panorama de cripto se ve más competitivo.
También exploramos la validación de la vida digital con todo y los bienes y servicios que solo existen virtualmente. Ya existe un mercado para el arte digital que, a pesar de estar expuesto a los riesgos de la infancia de cualquier monetización, no es tan diferente a invertir en impresiones de una fotografía o incluso en pinturas o esculturas. Por bizarro que parezca pagar pequeñas fortunas por un archivo digital que cualquiera puede reproducir, no es tan diferente a ser el dueño de una pintura famosa. Mientras que solo existe una auténtica Mona Lisa en el Museo del Louvre, cualquiera puede comprar una reproducción de cinco euros y colgarla en su casa o una pequeña estatua de la torre Eiffel o una estatuilla del David.
En el metaverso se venderán casas para que los usuarios habiten cuando estén conectados por realidad virtual, se rentarán oficinas e incluso arrendarán automóviles, helicópteros, aviones y gozarán de experiencias inimaginables como comer, bailar o jugar un deporte con espectadores. Conforme siga avanzando la conexión sensorial a la realidad virtual, pasaremos más tiempo en el metaverso que en la vida terrestre, le pagaremos a un arquitecto para diseñarnos una casa virtual y potencialmente miles de millones de personas tendrán acceso a vivir una versión de una vida que pocos tienen actualmente.
Suena maravilloso. En verdad, puede ser un sueño o una pesadilla y deberíamos tener mucho más cuidado del que estamos teniendo en aceptar y acoplarnos a tecnologías que no sabemos si nos liberan o esclavizan. No hay duda, los avances tecnológicos del último siglo han mejorado la vida de todos en el planeta, pero también cada vez aumentan la inequidad socioeconómica y en un posible intercambio de un paraíso virtual por nuestra esencial terrestre, vale la pena preguntarnos si es un regalo de los titanes de industria o una prisión.
Juan María Naveja