Desinformación en tiempos de guerra

  • Columna de Juan María Naveja Diebold
  • Juan María Naveja Diebold

Ciudad de México /

Prometí que le dejaría de hablar a la primera persona que me hiciera referencia a la amenaza que la invasión rusa a Ucrania desembocara en una tercera guerra mundial sin premeditación, y aunque estaba seguro cual amistad sería, fue una persona inesperada a quien acabé vetando de futuros comentarios similares. No estamos al borde de una guerra mundial, el injustificado ataque a Ucrania es el caso de un bully mucho mayor atormentando a una víctima por facilidad y conveniencia mientras el resto del mundo pataleamos de ofendidos, temerosos de tomar manos en el asunto. 

Vivimos en una era donde hay tanta información instantánea en el sitio de los acontecimientos que es difícil procesar eventos para los cuales no hay una versión definitiva en el momento. La realidad es que sabemos poco de lo que está pasando en Ucrania. Sabemos que es una tragedia, un abuso de poder, que hay millones de ucranianos tratando de salir de su país, y a pesar de pactar vías de egreso “seguras”, el conflicto no lo permite. Al mismo tiempo, Rusia ha prohibido los reportajes extranjeros de la guerra para mantener una sola versión estatal para sus ciudadanos. Muchas de las agencias de noticias han dejado de reportar desde ambos países y la situación etnográfica de las regiones de Ucrania y Rusia lleva desde la caída de la Unión Soviética en disputa con múltiples versiones de cuál es en verdad su identidad y deseo soberano. Encima de todo esto, los países miembros de la OTAN tienen sus propias herramientas para manipular la información que recibimos el resto del mundo y un interés por afiliar a Ucrania. 

Lo que sabemos es que Putin, un megalómano sin escrúpulos, después de haber hecho lo mismo con Crimea, calculó que podría controlar Ucrania a un costo que le pareció aceptable. También sabemos que el resto del mundo correctamente le teme a Rusia como poder militar. Igualmente está quedando claro que la alianza entre Rusia y China le está ayudando al invasor a evitar que otros países entren al conflicto y disminuir el impacto de las sanciones económicas. Por último, la invasión nos revela que Rusia jamás permitiría que la OTAN estableciera bases militares en las faldas de Moscú. 

No sabemos qué es lo que está pensando Putin, si la invasión en verdad ha sido más dificultosa de lo que esperaba, el mínimo resultado a cambio del cuál está dispuesto a terminar la incursión militar, cómo se siente la población rusa al respecto, sí Ucrania tiene alguna alternativa preferible al ataque continuo contra sus ciudadanos y desconocemos si existe la posibilidad de una ocupación rusa prolongada en Ucrania. En otras palabras, no tenemos idea de la guerra. 

Y en medio de todo esto ¿Qué pasó con la pandemia? En la víspera de la invasión, la cobertura de la pandemia seguía apareciendo en los medios como una amenaza presente y devastadora y de la noche a la mañana prácticamente desapareció. Para nada es que la pandemia no haya sido y continúe siendo merecedora de cobertura, pero tenemos que preguntarnos qué tanto del impacto y medidas de protección fueron causadas por el sensacionalismo.

Juan María Naveja 


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