Mujeres expresaron ayer martes variopintos corajes por imparable violencia en su contra. Elia marchó en CdMx y María en León, mis hijas: Antígonas, tejen metro a metro historias hiladas de palabra y activismo. Y cómo no: el 2021 fue el peor en feminicidios, homicidios, desapariciones, extorsión, trata de personas, corrupción de menores, violación, lesiones, violencia familiar. Acceder a una vida libre de violencia les es harto difícil. El México legal es muy diferente al México real. Tenemos un marco jurídico nacional e internacional conducente, pero nuestra terca realidad va por vías diferentes. Y mientras no resolvamos viejas esquizofrenias, hoy agravadas desde Palacio Nacional, no reduciremos violencias. La Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (de 2007) es letra muerta, porque los principios rectores para sus políticas no se aterrizan: igualdad jurídica entre mujer y hombre, respeto a su dignidad humana, no discriminación, y libertad de las mujeres. La política de género debe poner en el centro a las mujeres, y no minimizar el nivel de violencia que viven. Los tipos de violencia que categoriza son: (i) Violencia psicológica (daña estabilidad psicológica por abandono, descuido, insultos, humillaciones, infidelidad, amenazas, que llevan a depresión, aislamiento, pérdida de autoestima, y suicidio). (ii) Violencia física (daño por fuerza física, objeto que provoca lesiones). (iii) Violencia patrimonial (daña supervivencia de la víctima por sustracción de bienes). (iv) Violencia económica (salario menor por igual trabajo en centro laboral). (v) Violencia sexual (afectar cuerpo de la víctima, concebirla como objeto).
Las modalidades de violencia en esa Ley son: Violencia familiar, Laboral y Docente, en la Comunidad, Institucional y Feminicida. Contempla las Alertas de Violencia de género, como acciones gubernamentales de emergencia para atender feminicidios en territorio determinado, y si la sociedad así lo reclama. Exige a las autoridades prestar atención a las víctimas, previendo refugios con servicios médico, psicológico, de hospedaje, alimentación, vestido y calzado, asesoría jurídica, programas reeducativos, capacitación y bolsa de trabajo. La realidad es que las Alertas de género no disminuyeron delitos; 22 de 32 entidades las tienen, para 642 municipios. Aún así, facilitan que instancias gubernamentales pongan atención. Resolverlo debe ser no solo por o con gobiernos, sino de raíz, lo que exige cambios culturales que implican a sociedad civil, organizada y no, porque las violencias inician desde casa, y permean todas las estructuras sociales, en espacios públicos o privados.
En lo que va de AMLO 3,058 mujeres asesinadas en razón de género, la peor etapa de feminicidios. (Por cada denuncia de delitos iniciada hay 3 que por miedo y desconfianza callan, promedio). El olvido de AMLO a su compromiso de “Policía de proximidad y justicia cívica”, aprobada en el Senado, es concausa de la violencia. Y cárteles cada día consolidan más dominio territorial: hasta con barras brutales en partidos de futbol. Otras tragedias recientes en Sonora, Zacatecas y Michoacán, nos lo restriegan en las narices. Urgen estrategias de prevención social de las violencias, y fortalecer los cuerpos policiales locales de proximidad, de entrada, para atender en su origen las violencias. Hemos insistido en elaborar diagnósticos participativos con la sociedad civil, organizada y no, permanentemente actualizados, para identificar factores y áreas de riesgo, manzana por manzana, barrio por barrio, comunidad por comunidad. Las acciones trascedentes son las que desde la propia sociedad se deben ejecutar, empezando por los grupos sociales primarios: familias, escuelas, centros de trabajo y sindicatos, iglesias, espacios deportivos y recreativos; y por supuesto el gubernamental. Ello supone niñas y adolescentes conscientes y resueltas a respetar y hacerse respetar. Hagamos lo que a cada uno corresponde. Es su derecho de hijas, nietas, hermanas, madres, abuelas. “Cuando el mundo es violento, el futuro no existe”.
Juan Miguel Alcántara