El idioma castellano es realmente maravilloso. Es más rico que Carlos Slim y está más vivo que Chabelo. Evoluciona y se transforma dando a lugar a nuevas palabras y expresiones.
El Instituto Cervantes, organismo público de España dedicado al estudio y promoción de la lengua española, calcula que en el mundo hay alrededor de 559 millones de personas que hablan esta lengua. México encabeza la lista de hispanohablantes con 121 millones. Imaginen la diversidad de usos que puede tener un idioma tan amplio en casi 2 millones de kilómetros cuadrados en nuestro país.
Desde luego que hay gente con un hablar más esmerado y otra que lo hace de manera silvestre y sin el menor recato. Pero, ilustrados o no, con alcurnia o sin ella, nadie queda excluido de cometer pifias. Sé de políticos, empresarios y personalidades de la televisión que confunden la lucha de gimnasio con la leche de magnesia, los reyes católicos con los rayos catódicos, tener un hambre atroz con tener un hombre atrás y la cúpula con la cópula.
Hay palabras de uso común que se usan con el mayor desparpajo y no nos atrevemos a corregir al interlocutor, por respeto a su hablar y por un razonable temor a que en respuesta nos den un zape por metiches.
La otra vez en una pequeña tienda, la señora que me atendía le pidió a su asistente: “Brayan, *traite el catálago de calcamonías para el señor”. Y enseguida me informó: “También tenemos jaletinas por si quiere llevarse unas para llevar”.
El otro día oí a una preocupada mamá en la calle que apremiaba con autoridad a su pequeña hija diciéndole “¡Britany, amárrate el teni y ven acá de estupefacto!”.
El tema de la salud también nos ofrece un campo amplio y fértil para cometer deslices estupendos. Por ejemplo la señora que se siente mal de la garganta y hace una cita para ver el ornitorrinco. O el tipo que le duele la cabeza y piensa que lo que sucede es que trae la depresión alta. Hay mucha gente que no tiene diabetes sino diabetis. Una tía mía me contó que fue a ver al doctor y éste le dijo que su problema de insognio se debía a que padecía sistema nervioso. Mi tío, su esposo, me dijo que lo que realmente sucede con ella es que es hipocardíaca, es decir que se inventa enfermedades. He escuchado a algunas mamás decir que sus hijos son muy inquietos porque son imperactivos. Algunas señoras compran cremas para la celulosis y pastillas para el dolor de la asiática.
Una conocida periodista de la radio nacional el otro día habló del modus operandis, de la delincuencia y del modus vivendis (ambas con s al final) de la población con una seguridad que me dejó verdaderamente boquiabiertus. En otra estación oí a un reportero que había salido a la calle para preguntar su opinión a los traunsentes acerca de la ignauración de un parque vecinal.
Una señora que hacía trabajo doméstico en nuestra casa, en un rato de sinceridad, nos confió que su marido era un desombligado, que no buscaba empleo porque luego le pedían el currículum vital; lo peor es que ella ya había hablado con él para ponerle los puntos sobre las sillas, pero, a pesar del reclamo, él ni siquiera se mutiló. Para acabarla de amolar, el susodicho no le cumplía como varón porque era imponente.
Se puede escribir un compendio de dimensiones enciclopédicas con los gazapos que todos cometemos por ignorancia o por torpeza, pero aquí el espacio es breve y yo no soy el indicado para tal labor. Gracias a mis amigos que nutrieron con sus aportes este puñado de expresiones y por corregirme cuando yo la riego de a feo.
@jmportillo