Adiós, MILENIO…

  • Doble fondo
  • Juan Pablo Becerra-Acosta

Ciudad de México /

Cada decisión que tomen el Presidente y los gobernadores definirá si, en los próximos días, nos pareceremos más a Ecuador (Hospital Las Américas, Ecatepec), o a Alemania (Ciudad de México). Es, ahora sí, la última oportunidad para darles todo lo que requieran a médicos y enfermeras, y para organizar, junto con funerarias, panteones y alcaldes, el destino de los restos de miles de muertos. A ver de qué están hechos en las horas más oscuras…

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Llegué a MILENIO cuando el diario tenía apenas seis meses de vida, en julio del 2000. Me voy ahora porque, casi 20 años después, me han pedido que me vaya. En ese entonces, yo tenía 17 años de andar en este oficio, así que he pasado poco más de la mitad de mi carrera en esta casa editorial: por eso he querido tanto a MILENIO. Uno no va por ahí, arriesgando la vida en las zonas más violentas, si no es por amor a su hogar.

Mucho antes, tuve el privilegio de estar en el antiguo unomásuno, aquel diario fundado por mi padre, Manuel (un erudito de inigualable olfato periodístico), que fue un parteaguas en el periodismo mexicano entre 1977 y 1989. Él, y muchos de sus colegas y pupilos, provenían del viejo Excélsior, del que había sido cofundador y director mi abuelo. Luego, a su muerte, con mi padre a su lado como Subdirector, mi querido Julio Scherer lo sucedió. Ya en Proceso, Julio siempre tuvo gentiles consejos para mí (salvo una vez que diferimos fuerte) cuando, en los años 90, fundé y dirigí un semanario chilango: Macrópolis.

Manuel fue, como articulista, fundador de MILENIO. A su dolorosa muerte en junio del 2000, cuando apenas tenía 69 años, Carlos Marín me pidió que yo dejara mi columna diaria en El Sol de México, para que viniera a honrar el legado de mi padre, así que desde el origen mi estancia aquí tuvo connotaciones emotivas muy profundas.

Nueve años antes, en Macrópolis (donde dieron sus primeros éxitos algunos connotados reporteros y columnistas de hoy), acompañado por estupendos periodistas del viejo unomásuno, como mi querido Ramón Márquez, me equivoqué de socio capitalista y la aventura solo duró cuatro años: ya hubiera querido yo tener en ese entonces a mi lado, como inversionistas, a los Franciscos González. A Pancho padre, pero sobre todo a Pancho hijo, les agradezco este tiempo aquí.

Y se los aprecio porque en MILENIO pude hacer varios de los reportajes, crónicas, entrevistas, perfiles, notas, guiones y piezas de televisión que más me han gustado en mi vida. No hablo de calidad, eso es cosa de lectores, televidentes y jurados, sino del viaje, de la posibilidad de estar en tantas circunstancias periodísticamente privilegiadas.

Agradezco a Marín por confiarme (2015-2018) la Subdirección del Grupo, el equipo de Asuntos Especiales, el de Historias, que comandé junto a Roberto López, y por invitarme al programa de debate Con los de enfrente. Gracias a Alfredo Campos (Director del impreso) por ayudarme a destacar de la mejor manera el trabajo de estupendos reporteros.

En retrospectiva, también agradezco a Ciro Gómez Leyva: él me indujo a la televisión y me inculcó buscar siempre un atrevido lenguaje de periodismo televisivo.

En fin, adiós, MILENIO. Gracias, lectoras-lectores: nos leemos —espero— por ahí…

jp.becerra.acosta.m@gmail.com
@jpbecerraacosta

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