Tuiteé hace días contra la salida de Daniel Goldin de la Biblioteca Vasconcelos, y contra las maneras que, según una nota de El Universal, le propinó el nuevo director de bibliotecas, de nombre Marx Arriaga. Que dejara la oficina, agarrara un escritorio y se bajara al sótano, así le dijo, según la nota. Para mi sorpresa, porque los asuntos culturales no vuelan mucho en redes, el tuit circuló como ninguno. Normal. Goldin es respetadísimo en el gremio, que celebra la imaginación y la disciplina con que se ha dedicado por años a promover los libros y la lectura.
A la hora de escribir estas líneas, Daniel no ha dicho nada sobre ese episodio, mientras que Arriaga, sin más comentarios, tuiteó una notificación oficial en la que se explica que Goldin fue ratificado en el cargo pero que renunció por “desacuerdo en el manejo de personal”. Así que no sabemos gran cosa. Pero sabemos algo. Goldin, editor en el FCE —le debemos la que puede ser la mejor colección de literatura infantil en lengua española— y Océano, tallerista y conferencista, asesor y coordinador de varias iniciativas federales para la lectura, responsable de un trabajo consensuadamente aplaudido en la Vasconcelos durante cinco años, es un caso único: un especialista que debería ser arropado, aprovechado por una administración que dice que quiere repartir el conocimiento democráticamente. Y no. Arriaga tal vez haga un trabajo espléndido a cargo de Bibliotecas, pero nada en su currículum disponible indica que vaya a ser así. El que quedó fuera de la administración, por las razones que sean, fue, otra vez, el que sabe.
Y es que la 4T demuestra, día con día, que las personas capacitadas, con experiencia, con información, no tienen lugar en sus oficinas. En este régimen, el aeropuerto lo construye el ejército, la CFE la dirige Manuel Bartlett y Pemex un ingeniero agrónomo. Un buen lema de gobierno, ya que “Sufragio efectivo…” no creo que tenga posteridad, sería: “Prohibido saber”.
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Arriaga trabaja en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, hizo un doctorado en la Complutense y ha colaborado en algunos libros de orden académico. De buena fe: si tiene otros merecimientos, háganlos saber.
Daniel Goldin: prohibido saber
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