Están los lugares comunes, con su carga de verdad, sobre los periódicos, especialmente los de papel, esos que desaparecerán más pronto que tarde: que lo que publicas en ellos es viejo al momento mismo de ser publicado; que su materia prima es la urgencia, la prisa, y por lo tanto eluden la reflexión; que al día siguiente solo sirven para envolver el pescado (aunque el matrimonio del pescado y el periódico ya desapareció). Y luego está el hecho de que de vez en cuando los diarios publican textos que puedes leer con el mismo provecho años después. En México tenemos unos cuantos buenos ejemplos. Martín Luis Guzmán, sin duda. O, entre los de vena satírica, Salvador Novo. Monsiváis. Jorge Ibargüengoitia, claramente. Y desde luego Guillermo Sheridan, que —buenas noticias— reúne los artículos que ha publicado durante los últimos años, artículos que a veces son crónicas, que tienen mucho de ensayo, que de pronto coquetean hasta con la poesía, y que tienen siempre una envidiable muy, muy mala leche. Paseos por la calle de la amargura, se llama el libro (Debate).
Académico de la UNAM que se atreve a fustigar a la UNAM que antes que nada es un acto de fe, novelista que satiriza a la egregia vida sindical mexicana (El dedo de oro), ensayista, antologador y biógrafo atento a la literatura mexicana en sus entrecruzamientos con la política (Los Contemporáneos ayer, Efraín Huerta: la aurora roja, los tres volúmenes de “Ensayos sobre la vida de Octavio Paz”), Sheridan es desde hace ya un rato —en Vuelta, en Letras Libres, en El Universal— uno de esos columnistas que, pues sí, logran convertir la colaboración semanal o mensual, los 2500 o 4000 caracteres, en algo más. Paseos por la calle de la amargura puede ser visto como la crónica en episodios de la Era AMLO: la mentira del fraude de 2006 y el bloqueo de Reforma, los bejaranazos, el norcoreanismo del PT… También, del priismo de nuevo cuño y sus tranzas. O sea, como un libro, perdonarán el terminajo, fechado. Pero la verdad es que se las arregla para hacer de esos artículos, con muchas más amplitud de perspectiva, una mirada satírica de México y los mexicanos —en eso se parece, sí, a Ibargüengoitia, al que conoció y compiló—, del sindicalismo, del intelectual con causa, del modo de ser viejo priista (ese que acaba de ganar las elecciones).
Vaya, que son artículos que aguantan sobrados el paso de los años. Que se dejan leer y se deben leer. Es un extraordinario columnista, el camarada Sheridan. Sin más. Léanlo.
Paseos por la calle de la amargura
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