La política mexicana está llena de palabras que abren heridas. “Protocolo”, por ejemplo. O “iniciativa”. “Presenté una iniciativa…”, dice el legislador en turno, y a temblar. Una de las últimas es de Martí Batres, y tiene que ver con el doblaje. O no, o no nada más. Porque, en efecto, lo que propuso el morenista, muy sonriente con la muchachada de la ANDA luego de hacer el anuncio, es que toda película hablada en un idioma distinto al español tenga una versión doblada a este idioma y una a la “lengua indígena predominante en la región”; que toda película hablada en español tenga, asimismo, versiones en lenguas indígenas; y que las salas, igualmente por ley, tengan una cuota mínima de funciones con pelis dobladas.
¿Qué hace el senador? Sí, un estropicio cultural; un destrozadero cinematográfico. Pero, antes que nada, está metiendo las manos en negocios ajenos que además no entiende, o sea, los de quienes traen las películas y los de quienes las pasan en salas. La medida sería un golpe de muerte para quienes importan un cine no comercial. Geminiano Pineda, de Cine Caníbal, le explicó en Twitter que el doblaje de una película cuesta de 200 a 300 mil pesos. Si traes una película que se va a ver en 50 salas en cuatro estados, ¿cuántas versiones tienes que financiar? ¿Cómo haces para que te salgan las cuentas, cuando a menudo el cine no comercial mete más de cinco, diez mil espectadores? ¿De veras esa medida va a lograr que lleguen a las salas personas que viven en comunidades apartadas? ¿Alguien se cree que el doblaje va a provocar que entren a Cinemex o Cinépolis personas que hablan lenguas distintas al español? ¿Por qué el senador piensa que puede organizarle el negocio a empresarios que crean empleos y pagan impuestos? Pero el despropósito es mucho más profundo. Con esta lógica, ¿las editoriales tendrían que pagar traducciones a todas las lenguas del país? ¿Y el teatro? ¿Y si doblamos a los Beatles?
Eso sí, los de la ANDA se ven felices en la foto.
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Hay una palabra que implica incluso más peligros que “iniciativa”: “derechos”. De eso habla Batres: de “derechos”. Y es que la palabra es un cheque en blanco. Un cheque con dinero ajeno, claro.