Pemex está en un profundo agujero. ¿Cómo llegó ahí?
Hay quienes culpan a López Obrador. Difiero. Los problemas de la petrolera se vienen gestando desde hace décadas. La deuda de más de 100 mil millones de dólares —la más elevada de las empresas del sector en el mundo— la heredó el Presidente, no la generó. El mal estado de la infraestructura de Pemex es producto de la falta de inversión en sexenios pasados. La producción de crudo viene cayendo desde hace más de 15 años (apenas el año pasado se presentó el primer incremento).
La llamada empresa productiva del Estado nunca ha sido muy productiva. Siempre se ha caracterizado por la enorme planta laboral que emplea. Opera con más de 100 mil trabajadores desde hace tiempo, un número superior al que utilizan Shell, ExxonMobile y prácticamente todos los gigantes petroleros del planeta, mientras que sus ingresos son inferiores. El resultado es que su productividad por trabajador es de las más bajas del sector. La corrupción tampoco es nueva. Noticias sobre fraudes y abusos por parte del sindicato, de directivos y de contratistas se escuchan desde que tengo uso de razón.
Gran parte de los problemas que hoy vive Pemex provienen de la manera en que los distintos gobiernos la han tratado históricamente. Su función ha sido primordialmente financiar el presupuesto público. Por años aportó más de la tercera parte (ahora es alrededor de 16%). Por lo mismo, la estrategia era extraerle el mayor número de recursos posible. Por años se la ha cargado un impuesto por los hidrocarburos que extrae y comercializa —la llamada tasa de Derechos de Utilidad Compartida (DUC)—, la cual llegó a alcanzar 80% (López Obrador la acaba de bajar a 54%). Con pocos fondos a su disposición, la petrolera dejó de invertir y tuvo que pedir prestado a lo largo de los años.
Ahora se ubica al borde del precipicio. Los papeles han cambiado y es el gobierno el que tiene que apoyar a Pemex para evitar que colapse. Este año le aportará más de 5 mil millones de dólares. El dinero no es caridad. Más allá de un compromiso ideológico, el Presidente no se puede dar el lujo de dejarla quebrar. Dado su tamaño e interconexión con el gobierno, cualquier problema grave que sufra afectará a toda la economía.
Es cierto que López Obrador heredó un polvorín, pero también hay que reconocer que no ha logrado desactivarlo. De hecho, ha contribuido a empeorar la situación. Su intención de proteger a Pemex de la competencia privada con estrategias legales, además de que se la han tumbado las cortes, no funcionará. El país saldrá perdiendo si se reduce la inversión privada en el sector. Tampoco ayudarán inversiones mal asignadas: Dos Bocas costará más de 10 mil millones de dólares, aun cuando existe capacidad de sobra de refinación en el mercado, los márgenes de rentabilidad son mínimos (si es que existen) y la tendencia es hacia el transporte eléctrico.
López Obrador no es responsable de la crisis de Pemex, pero no está ayudando a resolverla. _
Julio Serrano Espinosa
juliose28@hotmail.com