La paradoja de López Obrador

Ciudad de México /

Ahora que terminó el sexenio de López Obrador, varios analistas lo han calificado como un fracaso. Hay quienes incluso aseguran que fue uno de los “peores presidentes” en la historia de México. ¿Cómo reconciliar esta postura con el hecho que deja el poder con cerca de 70% de aprobación y que le entrega el “carro completo” a su sucesora designada? Algo no cuadra. 

Para respaldar su desaprobación del gobierno, los críticos de López Obrador citan una serie de datos. Arriba de la lista está el pobre desempeño del PIB. El crecimiento promedio de la economía durante su gestión fue menor a 1%, muy por debajo del que promediaron nuestros últimos cinco presidentes. El PIB per cápita, de hecho, se contrajo. En lo que toca a seguridad, vivimos el sexenio más violento del que se tiene registro. En salud, 30 millones de mexicanos perdieron cobertura y en educación tuvimos un rezago significativo. Por si fuera poco, cerró su mandato con una reforma constitucional que tiene el potencial de erosionar la independencia y politizar al Poder Judicial y otra que militariza la Guardia Nacional. 

Aunque los datos anteriores son válidos, algunos carecen de contexto y, en general, no capturan el fenómeno que fue López Obrador. Hay, por ejemplo, distintas maneras de interpretar las terribles cifras de violencia. Es cierto que, con cerca de 200 mil homicidios, este fue el sexenio más sangriento. Sin embargo, también es cierto que el número de asesinatos en el último año de López Obrador fue menor que en el último año de Peña Nieto. Esto significa que la tendencia fue hacia abajo, contrario a lo que prevaleció con nuestros últimos tres presidentes. Por supuesto que esto no es consuelo, pero ayuda a poner los números en perspectiva. 

Más allá de que existan distintos ángulos para interpretar algunas cifras, lo que está claro es que para la población hay variables que tuvieron un comportamiento positivo que más que compensaron a las que no. Los apoyos sociales crecieron de manera considerable durante el sexenio. La pensión para los adultos mayores, por citar el ejemplo más relevante, pasó de poco más de mil pesos a 6 mil pesos bimestrales. El salario mínimo más que se duplicó en términos reales, después de décadas de rezago. Y sin duda uno de sus mayores logros fue reducir en 5.1 millones el número de pobres durante su gobierno (con todo y pandemia). Otras medidas, como no aumentar el precio en términos reales de la gasolina, también contribuyeron a aumentar su popularidad. 

Sin embargo, existe otro elemento a favor de López Obrador que no capturan los datos oficiales puesto que es intangible. Me refiero a su capacidad de conectar con la gente, en particular con los que menos tienen. Un segmento importante de la población que fue ignorado por décadas por fin se sintió escuchado y valorado. Esto parece irrelevante, pero no lo es. La forma a veces es fondo. 

La pregunta que surge es si la popularidad y ser un buen presidente deben de estar siempre vinculados. 


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